¿Quién necesita un Señor Grey? by Rafael Alcolea Harold

¿Quién necesita un Señor Grey? by Rafael Alcolea Harold

autor:Rafael Alcolea Harold
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2015-12-01T22:00:00+00:00


Clöe llegó a casa bien entrada la noche. Se coló en su apartamento y comenzó a desprenderse de llaves, cartera, y zapatos de tacón, conforme iba acercándose al mueble bar. Cogió una botella de Martini Bianco, se sirvió una copa con mucho hielo. Se tiró en el sofá de piel y encendió el equipo de música. Allí tumbada, escuchando la canción I know you decidió que se quedaría dormida. Su mirada se entretuvo divagando por los muebles hasta llegar al balcón, entonces se percató de que la puerta no estaba cerrada del todo, había una pequeña abertura. Se levantó deprisa y vio que su arma yacía tirada en el suelo detrás del sofá, a unos tres metros de distancia. Se quedó inmóvil, escuchando si alguien más estaba en la vivienda. No escuchó nada, entonces saltó y se arrastró hasta el arma, la agarró y se dirigió hasta la terraza, abrió la puerta que alguien había dejado abierta, pues ella era muy maniática y jamás la hubiese dejado de esa manera. Odiaba los mosquitos y los insectos que se colaban por la ventana, incluso de día. Las zonas pantanosas de Florida atraían a un sinfín de insectos portadores de enfermedades, desde que vio aquel documental de Discovery Channel, jamás las dejaba abiertas.

No había nadie. Se dirigió hacia el pasillo que conducía hacia el interior de la vivienda con el arma entre sus manos, alerta ante cualquier movimiento. Todo parecía tranquilo, todo estaba quieto y en orden. Una a una, fue comprobando todas las habitaciones. Estaba sola, pero cuando fue a entrar en su habitación, comprobó que alguien había estado allí. Clöe siempre dejaba un pequeño plástico doblado entre la puerta y el marco, de manera que si alguien pasaba por la puerta cayese al suelo. Ella misma acababa de pisarlo y lo sujetó entre sus dedos al agacharse. Respiró hondo y de una patada abrió la puerta encañonando hacia su cama. Tampoco había nadie detrás de la puerta pues habría sido aplastado por la fuerza con que la había abierto. Se agachó al suelo y miró debajo de la cama: nadie. Abrió el vestidor y tampoco había señal de un intruso. Miró su desordenado dormitorio en busca de algo que le asegurase que estaba en lo cierto y no estaba paranoica. Aspiró el aire y olió a su perfume, buscó el frasco y pudo sentir que alguien lo había usado. Entonces, observó los cojines de su cama. Las sábanas eran de raso negro, igual que la colcha, pero uno de los cojines que había sobre su almohada era un poco más gris que el resto. Ella siempre se dormía abrazada a él, cuando dormía sola… por desgaste tras haberlo lavado más veces que los demás cojines, estaba un poco más descolorido, y tiraba a un color gris claro. Pero en vez de estar donde siempre, sobre su lado de la cama, estaba en el lado contrario. Se fijó en la cama y la figura de una persona se dibujaba sobre la colcha.



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