Animal by Lola Sampedro

Animal by Lola Sampedro

autor:Lola Sampedro
La lengua: spa
Format: epub
Tags: ficción; narrativa; autoficción
ISBN: [No data]
editor: Kailas Editorial
publicado: 2021-09-29T13:04:56+00:00


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Llegaron mi padre y mis hermanos y se lo contamos. Todos lloraron. Yo, de nuevo, también. Mi madre ya no, ella no volvió a hacerlo. Cuando el día terminó, me fui a mi casa y llevé a mi marido hasta nuestra cama.

—Fóllame, vamos a tener un hijo. —Y eso hizo.

Él llevaba un año pidiéndomelo, presionándome con que quería ser padre pronto. Tenía treinta y seis años y yo, veintiséis. Durante esos meses de súplicas y enfados, no le hice ni caso. No estaba en mis planes tener unos hijos que nunca había soñado. La enfermedad de mi madre lo cambió todo. No había nada que pensar, me tenía que quedar embarazada cuanto antes o yo también me moriría. La mayoría de la gente cree que tuve a mi hijo por generosidad hacia mi madre, para hacerla abuela antes de morir. Mentira. Mi maternidad fue un acto egoísta, lo tuve para que me salvara. Lo tuve porque había escuchado toda mi vida que los hijos son lo más importante de todo, que se les quiere más que a nadie en el mundo, que el amor por ellos es tan gigante que eclipsa todo lo demás. Necesitaba de una forma desquiciada querer a alguien más que a mi madre, el amor de mi vida; si la perdía, me moriría del dolor, caería en una depresión muy profunda. Algo terrible me pasaría si ella fallecía. Tuve a mi hijo por supervivencia, por nada más que para poder seguir viviendo sin ella.

Esa misma noche me quedé embarazada. Hicimos el amor cada día hasta la primera falta, pero sé que fue en esa primera cuando lo engendramos. Nunca conté a mi madre ni a mi marido mis planes para mudarme a Londres, de hecho, yo los había olvidado por completo hasta que mi amiga me llamó un día por teléfono. Cuando le conté la recidiva de mi madre y que esta vez era incurable, ella ni siquiera me lo recordó. Hizo como si nunca hubiéramos planeado todo mi futuro juntas. Pero yo sí me acordé de todo aquello y me entraron náuseas, me dio asco haberlo pensado siquiera. Me odié un rato y luego olvidé para siempre esa otra vida que me callé, esa otra vida que durante una semana quise y nunca tuve.

Tampoco se lo conté a Dolores. No lo habría entendido, se habría enfadado conmigo. Cada vez que notaba alguna de mis debilidades, aunque fuera de soslayo, se irritaba y me pellizcaba. Me daba un pellizco en el en el brazo o en el muslo y me decía: «Espabila, nena, espabila, que no tienes más vidas».

Cuando me contó su historia entendí por qué tenía la mecha tan corta, entendí esa exigencia de libertad. Dolores había estado casada hasta los cincuenta años con un buen hombre, un alto funcionario aburrido y gris, pero un dulce de leche que siempre la trató muy bien, «y en aquella época no era tan fácil encontrar a uno que no te diera mala vida». Tuvieron tres hijas y



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