Anillos para una dama by Antonio Gala

Anillos para una dama by Antonio Gala

autor:Antonio Gala [Gala, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Teatro, Drama, Filosófico, Histórico, Referencia, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 1973-09-27T16:00:00+00:00


Segunda parte

Cámara de JIMENA, en el alcázar valenciano. Es de día y hay gran silencio. JIMENA está atenta. Oye unos pasos. Es CONSTANZA, que llega. Va a su encuentro.

JIMENA.—¿Qué?

CONSTANZA.—(Dejándose caer en una silla.) ¿Qué de qué? Muerta vengo… Sube, baja, vuelve a subir, pregunta en las cocinas, que es donde saben todo antes de que el Estado Mayor decida nada… ¡Muerta! (JIMENA se muerde nerviosa las uñas.) Este alcázar es un matapersonas… Todo un puro pasillo. Cuánto desperdicio. Qué mal pensado está… Cómo se ve que entre los moros no había especuladores de solares[130].

295JIMENA.—(Incontenible.) Pero ¿qué?

CONSTANZA.—¡Ay! ¡Qué! Yo qué sé… ¡Nada! De lo tuyo aún nadie se ha enterado… Todo el mundo cree que tus «diferencias» con el rey son tan sólo económicas: un «quítame-allá-esas-pajas[131]» más o menos.

JIMENA.—¿Y el rey?

CONSTANZA.—(Muy segura.) Deliberando.

JIMENA.—¿Por qué lo sabes?

300CONSTANZA.—(Dando exagerados paseos en actitud de persona que piensa.) Porque se ha pasado la mañana así por las terrazas.

JIMENA.—¿Solo?

CONSTANZA.—Por descontado. Los reyes siempre deliberan solos.

JIMENA.—(Casi sin atreverse.) ¿Y Minaya?

CONSTANZA.—Lo debe haber mandado a hostigar al enemigo… Para tenerlo lejos, me figuro, mientras él delibera… O para ver si un moro se lo carga. (Gesto de JIMENA.) Con lo cual se terminaron de una vez las deliberaciones.

305JIMENA.—Siempre hay algo peor que lo peor… Me encontraba en las últimas, reclamo la ayuda del rey para que me libere de los moros, llega el rey, me libera… y va y me mete presa.

CONSTANZA. —¡Presa! Qué exagerada eres, hija… Tú no estás presa. Estás recluida, nada más… Que no puedes salir de tus habitaciones, eso es todo; pero de eso a estar presa… Además que te lo has buscado tú, ea, porque vaya petardo que pegaste con eso de tu boda. Cómo se ve que estamos en Valencia[132]. (Ríe.) ¡Mira que atreverte a decir que estás enamorada! ¡Qué valor tienes, madre!

JIMENA.—Si todo el mundo dijera la verdad, mejor irían las cosas.

CONSTANZA.—No sé…

JIMENA.—¿Qué es lo que pido yo? Algo que no se prohíbe a nadie… Soy viuda, ¿no? Le he sido fiel a mi marido mientras vivió: he cumplido… Pero yo no me he muerto. Estoy aquí ¿ves? Si me hago un arañazo, sale sangre… Yo no tengo la culpa de estar viva.

310CONSTANZA.—Que sí, que sí… Pero no te acalores. Tú, tranquila… Ahora, Jimena, guapa: reconoce que tú no eres una persona corriente.

JIMENA.—Sí soy. El que no era corriente fue mi marido. Yo, sí. Y además «quiero» serlo. Cuando estuve casada me jorobé[133] y no hice una vida corriente. Ahora ya no tengo por qué… Dime tú a mí si no tengo derecho a un puñadito de vulgaridad.

CONSTANZA.—Anda que si te oyeran…

JIMENA.—Pero si van a oírme. Ya una vez que he tirado de la manta[134]… ¿Es que no clama al cielo? Me casan sin comerlo ni beberlo… No me entero de que estoy casada…

CONSTANZA.—Bueno, eso tampoco. No te pases… Has tenido tres hijos.

315JIMENA.—Sin enterarme. Por lo visto, eso del «deleite carnal[135]» que nos decían de chicas era sólo para hombres… Yo de lo único que me he enterado es de lo



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.