Amor en abstinencia by Mari Carmen Garau Pol

Amor en abstinencia by Mari Carmen Garau Pol

autor:Mari Carmen Garau Pol [Pol, Mari Carmen Garau]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


CAPITULO 11

Ya es lunes y tengo que enfrentarme a mis fantasmas. Al entrar por la puerta de la oficina, percibo algunas sonrisas de aquellos ignorantes que aun piensan que tengo un idilio romántico con Carlos, sin imaginarse que me siento tremendamente estúpida por haberme dejado llevar por alguien tan egocéntrico como él. De lejos veo al puñetero Adonis que me hace una seña con el dedo, indicándome que salgamos al bar. Le niego con la cabeza mostrándole el reloj de la muñeca, para que entienda que no podemos salir hasta que sea nuestra hora del café. Con la mano me dice que más tarde y le doy mi conformidad con el dedo pulgar hacia arriba. Me pregunto por qué no se habrá acercado en lugar de mantener un diálogo de besugos a distancia. Es evidente que el gran amor que sentía por mí se ha transformado en miedo, quizás hasta en terror.

En estos momentos recuerdo a Dani, quien ya me advirtió sobre este tipo de tíos de revista que están más que acostumbrados a tenerlo todo fácil. La verdad es que no imaginé que pudiera pasarme algo así, aunque no era de extrañar. Carlos nunca ocultó que es un hombre que no quiere complicarse la vida. Tal vez ese fuera el verdadero motivo de que me eligiera, porque estaba casada y no tendría que cargar con una relación. Eso me cuadraría más que toda la charlatanería de que soy especial y todo ese rollo. Si soy tan especial, me pregunto por qué el otro día me dió plantón en el aeropuerto al no decirle exactamente lo que esperaba oir.

Cojo uno de libros de uno de los autores noveles que mantienen la esperanza de poder llegar a convertirse en Miguel Delibes, y me doy cuenta de que ahora mismo soy incapaz de concentrarme en nada. Sería injusto para todos esos escritores que descartara una novela, diciéndole al jefazo que no había nada bueno, por el simple hecho de estar destrozada por culpa de mis problemas personales. No paro de darle vueltas a qué querrá decirme Carlos. Ya me dejó muy claro cuál era su postura el otro día y no se ha dignado a llamarme por teléfono en todo el fin de semana.

Entro en el bar y veo que Carlos está al fondo, en la mesa de siempre. En eso se nota que somos animales de costumbres.

Esta vez no me sonríe, ni me pone sus ojitos tiernos. Yo diría que sus ojos ahora demuestran más ansiedad que otra cosa. -Siéntate – me dice en tono autoritario – bueno, quería saber cómo llevas el tema. -¿a qué te refieres? -A que si ya te has aclarado las ideas y vas a recobrar un poco el sentido común acabando con este asunto de una vez por todas. -He estado pensando – le digo sintiendo cierto rechazo hacia él – todavía no he ido a una clínica de esas, pero seguramente la semana que viene ya estará todo solucionado, y no tendrás que preocuparte por mí nunca más.



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