Alma de hielo by RaeAnne Thayne

Alma de hielo by RaeAnne Thayne

autor:RaeAnne Thayne
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2006-12-31T23:00:00+00:00


—Tienes suerte de ser tan guapo, de lo contrario, te odiaría por esta tortura.

El objeto de la ira de Sage estaba sentado frente a la puerta mirándola con impaciencia mientras la joven se ataba las zapatillas. A pesar de haber dormido en casa de Anna, Conan debía haber salido por la trampilla y subido las escaleras para ladrar junto a su puerta para salir a correr.

Sage bostezó y terminó de atarse las deportivas, deseando haber podido quedarse durmiendo, deseando tener el valor suficiente para llevar al perro a casa de Eben y sacarlo de la cama.

La idea conjuró una serie de atractivas imágenes de oscuros rizos contra la almohada, piel cubierta por una incipiente barba y sonrisas adormiladas. Conan ladró con impaciencia y ella suspiró.

—De acuerdo. Ya estoy lista. Vamos allá.

El perro bajó las escaleras de Brambleberry House y se puso a dar saltos en el recibidor, ansioso por salir. Ella lo siguió unos pasos detrás mientras se sujetaba los cabellos en una coleta.

El aire era fresco y la lluvia había dejado de caer durante la noche dando paso a la niebla.

Se paró en el porche y dedicó unos minutos a estirar los tendones de las corvas mientras oía la llamada del búho de la noche anterior.

A lo mejor al final no odiaba tanto esos paseos con Conan, decidió. De no ser por ellos, se perdería todo ese esplendor matinal, simplemente por una hora más de sueño.

El perro parecía loco por salir y lloriqueaba de impaciencia. Al parecer, nunca había oído hablar de tirones musculares ni roturas de ligamentos, pensó ella con amargura antes de dejar de estirar y seguirlo hacia el patio trasero cuya puerta daba directamente a la playa.

El perro salió disparado, pero ella se agachó para calzar la puerta de modo que pudieran entrar por allí sin tener que dar toda la vuelta a la casa hasta la entrada principal.

Al incorporarse casi colisionó con un sólido muro de músculos.

—¡Oh! —exclamó ella, a punto de caerse de no haber sido por los fuertes brazos que la sujetaron.

—Lo siento —murmuró Eben con un destello de fuego en los ojos—. Pensé que me habías visto.

—No. No me había dado cuenta.

Tras un momento de duda, él le soltó el brazo y ella vio a Conan corriendo unos metros más adelante junto a una alegre Chloe.

—¡Chloe! Has madrugado mucho.

—No lo sabes bien —Eben miró a su hija con fastidio—. Me despertó hace una hora, suplicándome que la llevara a correr con Conan esta mañana. Sin embargo, no sabíamos bien qué hacer. No queríamos llamar a tu puerta a las seis de la mañana para recoger al perro, pero cuando vimos las luces encendidas en tu ventana vinimos corriendo para llegar a tiempo.

—Conan no me dio la menor oportunidad. Parecía especialmente empeñado en correr hoy. A veces, creo que es algo psíquico. A lo mejor sabía que Chloe y tú vendríais.

—Hemos venido para sacarle a correr, de modo que puedes volverte a la cama —dijo Chloe.

La oferta era tentadora. Sería lo más sensato:



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