Algo tan seductor by Jill Shalvis

Algo tan seductor by Jill Shalvis

autor:Jill Shalvis
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2016-06-07T10:17:52+00:00


Cuando Tanner oyó que se abría el grifo de la ducha, se imaginó a Cami dentro del cuarto de baño, desnudándose, metiéndose bajo el chorro de agua. Se la imaginó mojada, con su esbelto y perfecto cuerpo brillando mientras se frotaba todo el cuerpo con jabón…

Entonces, se golpeó el dedo gordo con el martillo. Mientras bailaba a su alrededor, dando gritos de dolor, su teléfono móvil empezó a sonar.

–¿Has tenido suerte ya? –le preguntó su padre.

–He estado trabajando demasiado duro como para tener suerte, muchas gracias –respondió, chupándose el dedo.

–El amor es más importante que el dinero.

–Con el sexo no se puede vivir –replicó Tanner. Maldita sea, aquel dedo le iba a estar doliendo todo el día.

–He dicho amor, no sexo.

–Bueno, yo practico el sexo, no el amor.

–Creo que te he dado mejor educación que esa.

Tanner trató de no prestar atención a lo que su padre le estaba diciendo sobre que, tal vez, estaba pasando por alto algo muy especial, solo por el empeño que mostraba en preservar su preciosa soltería. Un mal hábito.

En realidad, no era un mal hábito lo que estaba manteniendo a Tanner soltero, sino su dedicación a su trabajo. Ninguna mujer querría ser segundo plato en un negocio que estaba tratando de remontar el vuelo.

Creía que estaba pasando por alto algo especial, Cami, para conservar su soltería, lo que significaba que su padre tenía razón. Podía vivir de ese modo.

Tanner trabajó un poco más y luego observó cómo Cami medía a una cliente para realizarle su guardarropa de primavera. Ya le había explicado que cosiendo había sido cómo se ganaba el dinero mientras despegaba su negocio de diseño de interiores. Con aquellas noticias, Tanner debería haberse preocupado por su cheque.

En vez de eso, la observó, fascinado. Observó su esbelto cuerpo, sus capaces manos. Vio cómo extendía la tela sobre los patrones y hablaba consigo misma mientras clavaba alfileres en el papel y, una vez, en su propio dedo.

Cuando vio cómo se llevaba el dedo a la boca, sintió una fuerte erección. Por ello, se dijo que debía trabajar un poco más y dejar de mirarla. Aquello duró hasta mucho más tarde, cuando ella se acercó a él con otra bonito vestido, con un aspecto algo nervioso.

–No me lo digas –comentó él, quitándose el cinturón de herramientas y observándola–. Vas a salir con el tipo de hoy a pesar de lo que te pasó ayer.

–Lo prometí.

Tanner abrió la boca. Quería decirle lo que pensaba de sus promesas, en las que se ofrecía a hacer cosas que no quería hacer, pero al ver el nerviosismo que ella tenía en el rostro, volvió a cerrarla.

En aquel momento, sonó el timbre. Los dos miraron al unísono por la ventana. Un Corvette rojo brillante estaba aparcado delante de la casa. Cada centímetro del coche estaba estupendamente cuidado y pulido para que brillara como un espejo.

–No creo que esta noche haya problemas con el coche –dijo ella, mirando por la ventana.

Cualquier tipo que condujera un Corvette y lo tuviera en aquel estado tenía que ser muy listo.



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