Adam Bede by George Eliot

Adam Bede by George Eliot

autor:George Eliot [Eliot, George]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1859-02-07T16:00:00+00:00


XXIII

LA COMIDA

En cuanto Adam se enteró de que comería arriba en compañía de los grandes arrendatarios, se sintió molesto al verse realzado con respecto a su madre y Seth, que habían de comer en los claustros de la planta baja. Pero el mayordomo señor Mills le aseguró que el capitán Donnithorne había dado órdenes especiales acerca de ello y que se enfadaría mucho si Adam no ocupaba el sitio señalado.

El joven se conformó y fue en busca de Seth, que se hallaba a pocos metros de distancia.

—Oye, Seth —le dijo—, el capitán me manda decir que quiere que coma arriba, y, según asegura el señor Mills, está empeñado; quizás haría mal en rehusar. Pero no me gusta la idea de ocupar un lugar más importante que tú y que nuestra madre, como si yo fuese mejor que los de mi propia sangre. Espero que no te enfadarás.

—De ningún modo, muchacho —replicó Seth—. Tu honor es nuestro honor y si has merecido mayor respeto, a ti mismo te lo debes. Cuanto más alto te vea sobre mí, mejor, siempre y cuando sigas demostrándome un cariño fraternal. El cambio se debe a que has sido nombrado administrador de los bosques, y no me parece mal. Es un puesto de confianza, y ahora estás muy por encima de los obreros.

—Sí —replicó Adam—. Pero todavía nadie sabe nada de este asunto. Yo no he comunicado aún al señor Burge que voy a dejar su casa, y no me gustaría decírselo a nadie antes de que él lo sepa, porque no hay duda de que se resentiría. A la gente la extrañará verme allí y creo que adivinarán la razón y empezarán a preguntarse unos a otros; sé que desde hace tres semanas no se habla de otra cosa.

—Bueno, tú puedes decir que has recibido la orden de ir arriba pero que no te han explicado la causa. Es la verdad, y en cuanto a nuestra madre, se alegrará mucho. Vamos a decírselo.

Adam no era el único invitado a comer arriba por razones distintas de la cantidad con que contribuía a las rentas del propietario. Había otras personas de ambas parroquias, respetables por sus funciones más que por su dinero, y entre ellas estaba Barde Massey. Su cojera era más acusada que nunca en aquel día caluroso; Adam se quedó atrás cuando sonó la campana llamando a comer para acompañar a su viejo amigo, pues además le intimidaba reunirse con el grupo de los Poyser en aquella fiesta tan sonada. Ya se presentaría alguna oportunidad de acercarse a Hetty durante el día; Adam se contentaba con eso, pues no quería arriesgarse a ser el blanco de las bromas a costa de la joven y él, y es que aquel enorme muchacho, franco y valiente, era muy tímido y desconfiado con respecto a sus amores.

—Hola, maestro Massey —dijo Adam al reunirse con Barde—. Yo también comeré arriba con usted; el capitán me lo ha ordenado.

—¡Ah! —dijo Barde deteniéndose y apoyando una mano en la espalda del joven—.



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