1212 Las Navas by Francisco Rivas

1212 Las Navas by Francisco Rivas

autor:Francisco Rivas [Rivas, Francisco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2012-06-04T16:00:00+00:00


* * *

Roger estaba vivo. Cansado y con varios cortes superficiales, pero vivo. Aunque hubiera deseado morir, no era tan imbécil ni estaba tan desesperado como para malgastar su vida inútilmente, por lo que había combatido bien, esperando que algún defensor estuviera a su altura y le atravesara el corazón, dándole una muerte honorable, la muerte que había deseado miles de veces bajo las estrellas. No había tenido suerte.

El combate había sido duro, y muchos habían sido asesinados en ambos bandos. El hedor a muerte era insoportable. El noble sentía ganas de vomitar, no por la crudeza de la escena, sino por el clima inhumano de salvajismo que se respiraba. En especial los ultramontanos se habían comportado como animales, matando con un placer malsano. Pocos de ellos sabían aplicar el honor a la guerra. La mayoría no eran más que asesinos que se deleitaban descuartizando a los enemigos como si fueran vacas. En cierto modo era lógico, pues solo se habían unido a la cruzada los más sanguinarios, pero aquello sobrepasaba todo límite.

El escenario del combate era horripilante, una imagen que Roger sabía que no podría olvidar. Había salido a la parte superior de la torre, parapetado tras las almenas, para respirar algo de aire no contaminado, pero aquella pestilencia se había adherido a sus fosas nasales, y constantemente veía las dramáticas imágenes de la matanza en su mente.

De nuevo volvió a él el recuerdo de su mujer. El contraste entre su beatífica pureza y lo que acababa de ver le pareció extraordinario, y dudó de que ambas cosas pudieran pertenecer al mismo mundo. Pero no sabía si la masacre era la tierra y ella el cielo, o ella la tierra y la masacre el infierno. Y si ella era el cielo y la matanza el infierno, ¿dónde quedaba la tierra?

Eran pensamientos un poco vacíos, lo sabía, pero necesitaba aislarse del horror. A su alrededor escuchaba el griterío de los musulmanes. Creían estar asustados, o inquietos, pero no sentían nada en comparación con el invisible temor del catalán. Él había visto el rostro del abismo. Y el abismo le había bendecido.

Roger se sorprendió cuando descubrió en las voces de los musulmanes cierta cadencia, un atisbo de tonalidad. No podía estar escuchando eso, pero parecía un cántico, un cántico estridente, desquiciado. Sonaba como si espadas rasgaran el cristal, como un zumbido de moscas errantes, una sierra cortando madera. No tenía sentido, y los mahometanos no lo estaban haciendo, pero el caballero sabía de dónde procedía. Era la música de la batalla, cacofónica, incomprensible. Un presagio inevitable.



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