Y en nosotros nuestros muertos by Ana Medrano

Y en nosotros nuestros muertos by Ana Medrano

autor:Ana Medrano [Medrano, Ana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2014-09-01T04:00:00+00:00


«You ask me to give up the hand of the girl I love. You tell me, I’m not the man she’s worthy of, but who are you to tell her who to love? That’s up to her…».[21]

Dejé la caja del CD encima del equipo de música y me sacudí el pelo todavía húmedo. Me había duchado y cambiado de ropa. Ahora llevaba un vestido largo de punto de lana verde oliva que se cerraba con botones de arriba abajo, estaba un poco viejo pero era suave y cálido. Me había puesto unas medias altas y unas botas planas de serraje.

Bebí un sorbo de mi copa, había encontrado una botella de Pesquera en la cocina y la había abierto. Examiné con detenimiento las fotos de la librería. «Cualquier tiempo pasado fue mejor», pensé.

—Era muy guapa —Javier habló a mi espalda.

La música estaba un poco alta y no lo había oído acercarse. Hacía mucho tiempo que no escuchaba a Mink DeVille y me sorprendió encontrar ese disco entre los que había en la casa. Bajé el volumen.

—Sí, sí que lo era.

Suspiré e hice una pausa antes de seguir hablando:

—Todo empezó a ir mal desde que ella enfermó. Por lo menos para mí.

—¿Qué quieres decir?

—Un buen día te enfrentas a tus sueños y lo que encuentras no es lo que querías.

—¿Y qué es lo que querías?

—Lo que tenían ellos —musité mirando una foto de mis padres abrazados riendo.

Formé una uve con el dedo corazón y el índice.

—Paz y amor.

Le pasé la copa de vino y continué:

—La muerte te obliga a poner los pies en el suelo, te enfrenta con la realidad de la que a menudo escapas —carraspeé para borrar la emoción de mi voz—. La muerte nos envejece y nos recuerda la vida. Nos trae a la memoria los años en los que creímos que teníamos todo el tiempo del mundo y nos hace caer en la cuenta de que ya no es así.

Me volví, sin duda mi arrebato introspectivo lo había confundido aunque no pude traducir su mirada.

—No me hagas caso —me disculpé—, debe ser la crisis de la mediana edad.

Fui hacia la chimenea. Me incliné delante del fuego y retiré el protector, cogí un par de troncos del montón que había a un lado y los eché dentro. Devolví la rejilla a su sitio y permanecí en cuclillas observando las llamas. Advertí su presencia a mi espalda. Sentí unos crecientes deseos de provocarlo pero estaba desentrenada, demasiado como para insinuarme sin torpeza. La lencería seductora de Sole no era la panacea.

Javier se sentó detrás de mí, en la alfombra, recostado sobre el sofá. Llevaba puesto el albornoz que le había dejado al lado de la ducha. Asió mis brazos y tiró de mí. Me dejé guiar y acabé sentada entre sus piernas, mi espalda apoyada en su pecho. Me devolvió la copa de vino, retiró mi pelo hacia un lado y dibujó un río de besos desde la oreja hasta el hombro. Cerré los ojos.

Uno a uno desabrochó los botones de mi vestido.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.