Wonder Woman: Warbringer by Leigh Bardugo

Wonder Woman: Warbringer by Leigh Bardugo

autor:Leigh Bardugo [Bardugo, Leigh]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T05:00:00+00:00


14

Mientras la desagradable cacofonía de disparos llenaba la galería, inundándole los sentidos, Diana cubrió el cuerpo de Alia con el suyo y ambas se lanzaron al suelo. El estruendo era mucho más fuerte que en la visión.

—Alia… —intentó decir, pero sus palabras quedaron ahogadas por una gran explosión.

La enorme pared de ventanales estalló en pedazos, derrumbándose sobre el suelo en una catarata de cristales rotos.

Diana seguía protegiendo a Alia con su cuerpo. Los fragmentos de vidrio le llovían sobre la espalda y los hombros como si fueran picaduras de avispa, mientras la multitud gritaba a su alrededor.

Unos hombres vestidos con corazas negras penetraron por el enorme agujero donde antes estaban las ventanas. Saltaron al suelo junto al estanque iluminado mientras los invitados se diseminaban, chillando y corriendo hacia las puertas, huyendo de los disparos que resonaban por toda la sala.

Diana arrastró a Alia hacia una de las mesas, buscando refugio.

—Tenemos que salir de aquí.

—Los otros… —protestó Alia.

Los hombres avanzaban desde el extremo opuesto de la galería, apartando a los invitados mientras examinaban los rostros de los cuerpos caídos iluminándolos con linternas.

Era evidente que estaban buscando a alguien, alguien a quien no tenían ninguna intención de atrapar con vida, y Diana supo que Alia y ella no tenían tiempo que perder.

Podía oler el sudor teñido de terror de los asistentes, notaba cómo el corazón le latía aceleradamente en el interior del pecho, igual que si acabara de despertarse de pronto de un largo sueño. Tiró de los nudos del chal que Nim había fabricado con el lazo. No había tiempo para desanudarlos todos. La única arma que tenía no le servía de nada.

—No podemos quedarnos aquí —dijo, quitándose el lazo anudado y atándoselo a la cintura para poder moverse libremente—. Tenemos que ir hacia las puertas.

—No veo a los demás —señaló Alia, mirando a su alrededor—. No podemos irnos sin ellos.

Aunque el corazón de Diana latía a mil por hora, tenía la mente suficientemente clara para adoptar y descartar estrategias, repasar la disposición de la sala y calcular la posición de los atacantes. El resto de invitados intentaba cruzar las dos puertas principales de la sala, se apiñaban y se empujaban, presas del pánico, pero sospechó que los soldados ya habrían puesto barricadas en los pasillos e intentarían sellar las puertas. Cada vez que alguien intentaba escapar por la pared de los ventanales hechos añicos, una bala lo derribaba. Diana estudió las sombras de la amplia balconada que daba al estanque iluminado, donde sabía que debían de acechar los francotiradores.

Una bala impactó contra el suelo de pizarra al lado de la mesa y provocó una nubecilla de piedra pulverizada. Diana se preguntaba qué pasaría si la alcanzaba un disparo, pero no tenía tiempo para pensar en ello. Debía llevar a Alia a un lugar seguro.

—¡Diana! —El grito provenía de la otra punta del templo, apenas audible en medio del caos. Jason y Theo estaban agachados bajo otra mesa. Miró a Jason y le señaló la parte posterior del templo. Era el



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