Vortex by S. J. Kincaid

Vortex by S. J. Kincaid

autor:S. J. Kincaid [Kincaid, S. J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T05:00:00+00:00


Cada vez que tenían vacaciones en la Aguja Pentagonal, los militares llevaban a Tom a dondequiera que estuviera Neil y luego lo traían de regreso. De esa manera, evitaba muchas de las restricciones que habría tenido en los aeropuertos por figurar en la lista de terroristas. En esta ocasión lo dejaron directamente en el Old Indian Chief Casino, en cuyo restaurante se sentó a esperar a su padre.

Neil llegó pronto, le dio un abrazo hosco y empezó a contarle una anécdota acerca de que había hecho trampa en su última partida de póker.

—… resulta que el tipo tenía un ayudante con binoculares y audífono…

En ese momento, una mujer de traje se acercó a ellos a paso rápido.

—Disculpen, caballeros.

Al oír «caballeros», supusieron que se dirigía a otras personas, pero al ver que se detenía en su mesa, se enderezaron, inquietos, porque cuando se les acercaba alguien de aspecto respetable, las cosas nunca terminaban bien.

—¿Ustedes son los Raines? —preguntó la mujer con una gran sonrisa.

Tom miró a su papá, preguntándose qué habría hecho para meterse en problemas. Neil frunció el ceño. También parecía estar reflexionando, tratando de recordar algo.

Neil dejó su hamburguesa a medio comer y se limpió la mano con la servilleta.

—¿Quién lo pregunta? —aunque parecía tranquilo, Tom reconoció algo de tensión en su voz.

—¿Es usted Neil Raines? —insistió la mujer.

Él cambió de posición y miró alrededor. La mujer estaba sola. No había policías ni tipos corpulentos como apoyo, listos para sacarlo a rastras. Por fin, sus ojos cautos regresaron a la mujer. Se cruzó de brazos y asintió una vez.

—Sí, señora, ha dado con la persona indicada. Le vuelvo a preguntar: ¿quién quiere saberlo?

—Cortesía de un amigo —dijo, y colocó una pequeña ficha de plástico en la mesa, delante de ellos—. Les apostó diez mil dólares en el Salón Verde.

Neil recogió la ficha como si no supiera lo que era.

—Que lo disfruten —añadió la mujer, y los dejó solos.

Tom contempló la ficha y se olvidó de su hamburguesa. Se limpió las manos en la camisa y se la arrebató a su padre. La examinó y se la devolvió. Neil la tomó con dos dedos, como si fuera a explotar.

—¡Sí que has tenido una buena racha! —se maravilló Tom. A Neil solo le apostaban así cuando alguien sabía que podía ganar con él… y quedarse con una tajada.

—Gané un poco, perdí un poco —sacudió la cabeza, sin dejar de mirar la ficha—. Créeme, la gente que me apostaría diez mil pasó a la historia.

A Tom se le ocurrió una posibilidad oscura. Nadie regalaba tanto dinero. Tenía que haber algo malo detrás de eso. Se acercó más a Neil.

—Oye, no pensarás ir al Salón Verde, ¿verdad? —Tom supuso que sería un salón de juegos más elegante, en uno de los pisos superiores del casino—. ¿Y si es una especie de trampa? Todavía les debes dinero a algunos tipos. Como a ese tal Alex Cassano, papá.

—¿Te acuerdas de eso? —Neil lo miró.

Él se encogió de hombros. Desde el incidente con el censador, sí, recordaba muchas cosas de su niñez que había bloqueado.



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