(Una Serie De Catastróficas Desdichas 05) Una academia muy austera by Lemony Snicket

(Una Serie De Catastróficas Desdichas 05) Una academia muy austera by Lemony Snicket

autor:Lemony Snicket
La lengua: spa
Format: epub
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788484412144
editor: www.papyrefb2.net


Capítulo 8

—¿QUÉ? —preguntó Isadora.

—He dicho: «Al final, cuando salió el sol, el entrenador Gengis nos hizo parar de dar vueltas y nos dejó ir a dormir»

—dijo Klaus.

—Mi hermana no quería decir que no te hubiera oído —explicó Duncan—. Quería decir que te había oído, pero que no creía que fuera eso lo que habías dicho en realidad. Y, a decir verdad, a mí me cuesta creerlo, aunque lo haya visto con mis propios ojos.

—Yo tampoco puedo creerlo —dijo Violet, haciendo una mueca de dolor mientras se metía una cucharada de la ensalada que las personas enmascaradas les habían servido para el almuerzo. Era la tarde del día siguiente y los tres huérfanos Baudelaire estaban haciendo muchas muecas de dolor, una expresión que aquí significa «fruncir el entrecejo, por un susto o un disgusto». Cuando el entrenador Gengis había puesto el nombre de PHUPA a las actividades nocturnas, había usado el nombre como acrónimo de Prácticas de Huérfanos para la Preparación Atlética, pero los tres niños pensaron que el nombre de PHUPA era bastante apropiado. Después de una noche entera de PHUPA, sintieron «pupa» todo el día. Cuando por fin entraron a la Casucha de los Huérfanos para irse a dormir, se habían sentido demasiado cansados para ponerse los zapatos ruidosos, así que las pinzas de los pequeños cangrejos territoriales les habían hecho pupa en los pies. Y la cabeza les hacía pupa, no solo por la jaqueca, que suele producirse cuando no se duerme bastante, sino por intentar imaginar qué estaba planeando el entrenador Gengis al hacerles dar tantas vueltas. A los Baudelaire les hacían pupa las piernas, los pies y la cabeza, y no tardarían en hacerles pupa los músculos de las comisuras de la boca después de haberse pasado el día haciendo muecas de dolor.

Era la hora del almuerzo y los tres niños intentaban hablar sobre la noche anterior con los trillizos Quagmire, que no tenían mucha pupa y que no estaban ni la mitad de cansados. Una de las razones era que habían estado escondidos detrás del arco, vigilando a Gengis y a los Baudelaire y no dando vueltas y vueltas al círculo fluorescente. La otra razón era que los Quagmire habían hecho la vigilancia por turnos. Después de que los Baudelaire hubieron dado las primeras vueltas y no parecía que fueran a parar, los dos trillizos habían decidido turnarse: mientras Duncan vigilaba, Isadora dormía, y mientras Duncan dormía, Isadora vigilaba. Los dos hermanos se prometieron que despertarían al que estaba durmiendo si el que estaba vigilando notaba algo raro.

—Yo hice el último turno —explicó Duncan—, así que mi hermana no vio el final de la PHUPA. Pero no importa. Lo único que ocurrió fue que el entrenador Gengis os dijo que dejarais de dar vueltas y os permitió ir a dormir. Pensé que podría haber insistido en quedarse con vuestra fortuna antes de que pudierais dejar de correr.

—Y yo pensé que el círculo fluorescente serviría como pista de aterrizaje —dijo Isadora— para un helicóptero pilotado por uno de sus compinches, que descendería y se nos llevaría.



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