Un hombre llamado Ove by Fredrik Backman

Un hombre llamado Ove by Fredrik Backman

autor:Fredrik Backman
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Humor
publicado: 2012-01-01T00:00:00+00:00


Pasaron dos primaveras. Y dos veranos. Y el tercero, una fresca noche de junio, murió el padre de Sonja. Y Ove jamás había visto a nadie llorar así. Los primeros días, apenas se levantaba de la cama. Ove, que, a pesar de haberse cruzado tanto con la muerte, tenía poquísima relación con los sentimientos que llevaba aparejados, andaba todo el día metido en la cocina de la cabaña, sin saber qué hacer. El pastor de la iglesia del pueblo fue a verlos para concretar los detalles del entierro.

—Un hombre de una vez —afirmó el pastor señalando la foto de la sala de estar en la que aparecían Sonja y su padre.

Ove asintió. No sabía qué esperaban que respondiera a semejante comentario. Así que salió a ver si el camión tenía algún tornillo suelto o algo.

El cuarto día, Sonja se levantó de la cama y se puso a limpiar la casa con tal frenesí que Ove se quitó de en medio igual que la gente inteligente se quita de en medio ante la llegada de una tromba. Se quedaba fuera y buscaba con qué mantenerse ocupado. Arregló la leñera, que se había llevado el viento durante una de las tormentas de primavera. Y se pasó unos días llenándola de leña nueva. Cortó el césped y las ramas de los árboles del bosque que invadían la parcela. La noche del séptimo día llamaron del colmado.

Naturalmente, todos decían que había sido un accidente, pero nadie que conociera a Ernest podía creer que el animal se hubiera cruzado en el camino de un coche sin querer. El dolor provoca reacciones extraordinarias en los seres vivos.

Aquella noche, Ove condujo más rápido que nunca por las carreteras nacionales. Sonja sostuvo entre sus brazos la enorme cabeza de Ernest todo el camino. Cuando llegaron al veterinario, aún respiraba, pero las lesiones eran muy graves y había perdido demasiada sangre.

Dos horas estuvo Sonja sentada a su lado en la sala de operaciones, hasta que lo besó en la frente y le dijo «adiós, querido Ernest». Y luego, como si las palabras hubieran surgido envueltas en una nube:

—Y adiós, queridísimo papá.

Entonces el gato cerró los ojos y murió.

Cuando Sonja volvió a la sala de espera, apoyó la cabeza en el pecho de Ove.

—Los echo tanto de menos, Ove. Es como si el corazón me latiera fuera del cuerpo.

Guardaron silencio un buen rato, abrazados, hasta que ella levantó la vista y lo miró muy seria.

—A partir de ahora tendrás que quererme el doble —le dijo.

Y Ove le mintió y le dijo que así lo haría, aunque sabía que era imposible quererla más de lo que ya la quería.

Enterraron a Ernest junto al lugar donde solía pescar el padre de Sonja. El pastor leyó una oración. Luego, Ove cargó el Saab y recorrió las estrechas carreteras comarcales con la cabeza de Sonja apoyada en el hombro. De regreso a la ciudad, se detuvo en el primer pueblo con centro comercial. Sonja había concertado allí una cita con alguien. Ove no sabía con quién.



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