Un asunto ambiguo by Cristina Higueras

Un asunto ambiguo by Cristina Higueras

autor:Cristina Higueras [Higueras, Cristina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2024-06-06T00:00:00+00:00


Capítulo 21

Martes, 6 de diciembre

La cosa empezó mal desde que los Vázquez entraron en el despacho. La cara de asco con la que ambos miraron las amarillentas paredes y el mobiliario medio descuajeringado le resultó a Mónica Rojo de lo más desagradable. Incluso se preguntó si olería mal allí dentro, por el rictus nada disimulado que se dibujaba en la cara de ambos. De reojo, echó un vistazo al ambientador que tenía en una de las estanterías y vio que todavía tenía suficiente líquido para que las varillas difundieran el aroma a jazmín que tanto le gustaba, así que ese no era el problema. Vale que el cuchitril nada tenía que ver con el glamur de las historias de detectives que acostumbrarían a ver por televisión, pero era de mal gusto hacer tan patente sus impresiones. Aunque eso al final resultó ser lo menos grave. Lo peor fue cuando empezaron a pasarle revista. A ella en general, pero especialmente a su vestuario. Desde el cuello de la camisa hasta los zapatos. Lo hicieron sin disimulo alguno, deteniéndose en cada detalle. Los dos a la par. Mónica tenía la impresión de estar desnuda, como si se encontrara dentro de un sueño en el que inopinadamente hubiera llegado de esa manera a comisaría, tal era su sensación de vergüenza.

Después de tomarse todo el tiempo que consideró oportuno en inspeccionar su aspecto, la mujer posó sus ojos sobre la bolsa de chuches que Mónica acostumbraba a tener sobre la mesa, y un gesto de repugnancia volvió a modificar su rictus. La inspectora no pudo evitar ruborizarse. Su cara era un poema: roja como un tomate maduro y sin saber dónde mirar debido a que la presencia de aquella pareja de estirados la estaba afectando mucho más de lo que debería. Si lo que pretendían era hacerla sentir una piltrafa sin fuste, lo habían conseguido. Seguidamente, primero él y luego la esposa, extendieron sus fofas manos a modo de saludo.

—Pepita Manrique de Vázquez —se presentó ella, añadiendo el apellido del marido al suyo propio en un intento de marcar estatus. Ese detalle causó repelús a Mónica. Aunque no más que su voz de pito y la manera que tenía de apretar los labios cada vez que terminaba una frase, poniendo de relieve la flacidez de sus mejillas. Esos labios tensos, tan característicos de la gente odiadora o intransigente que Mónica sabía reconocer. Por no hablar del diminutivo. Aquel insufrible tono aniñado y el «Pepita» resultaban a todas luces inadecuados en una mujer en la sesentena. A pesar del revestimiento de orgullo, y el empaque de sus aires de grandeza, a Mónica todos esos detalles le resultaron de lo más ordinario, porque no hay nada más vulgar que las formas sin contenido.

Ni Jacobo Vázquez ni su mujer quisieron despojarse de sus abrigos. Alegaron que tenían frío y preferían «de momento» dejárselos puestos, aunque por su expresión cualquiera diría que deseaban evitar el roce de los muebles. Como si la poca calidad de estos les fuera a contaminar.



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