Tumulto by Hans Magnus Enzensberger

autor:Hans Magnus Enzensberger [Enzensberger, Hans Magnus]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo
ISBN: 9788416420094
editor: Malpaso
publicado: 2015-09-15T00:00:00+00:00

Él tenía entonces treinta y ocho años, pero con su frente de troglodita y sus ojos en brasa parecía mucho mayor, como su último gánster.

* * *

¿Y cuál fue la secuencia siguiente de tu cine privado?.

San Diego.

Explícame lo que pretendías hacer allí.

Esa ciudad millonaria de los titanes de la industria del armamento, de los surfistas y los marines es bastante parca en encantos, pero fue justamente allí, en la Universidad de California, donde Herbert Marcuse, veterano del neoyorquino Instituto de Investigación Social y del servicio de inteligencia OSS de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, se había establecido como profesor de ciencias políticas en 1964. Naturalmente, nos conocíamos de Berlín, donde también enseñaba y donde sus salidas a escena tuvieron un éxito sensacional. También Reinhard Lettau, un amigo con el que nunca me he tuteado, había aceptado un cargo docente en San Diego, concretamente para una materia que conocía al dedillo: la Filología Germánica.

Sentados junto a la piscina y tomando un sundowner, discutíamos sobre 'El hombre unidimensional' que el filósofo había inventado en su día. (Probablemente se refería a un hombre aplastado, que sería un ser bidimensional. La geometría no era el fuerte del pensador.)

Ambos estaban muy comprometidos con la sublevación contra la Guerra de Vietnam. Las obligaciones docentes de Lettau no se vieron perjudicadas por ello. Me contaba que desde hacía años acercaba a sus estudiantes a nada más que dos obras de la literatura alemana. Las tenían que leer no sólo en traducciones, sino en la lengua original: Enrique de Ofterdingen y los cuentos de Kafka. ¡Cuánto disfrutaba yo con las contradicciones de los dos, con su seriedad y sus quimeras!

Luego seguí hacia Papeete, capital de la Polinesia Francesa. Sobre la sede del prefecto ondeaba la tricolor. Tahití era la avanzadilla de Francia en el Pacífico. En el aeropuerto descargaban a grupos de turistas de Japón y EE.UU. Como no quería montarme en uno de los autobuses que esperaban, tuve que negociar con un taxista ilegal para librarme de las apreturas. El chófer, un polinesio fornido que chapurreaba el francés, me llevó dando vueltas y vueltas a una destartalada casa de madera de estilo colonial, situada al final de un paseo de palmeras. Un aguacero irrumpió sobre el techo de paja.

En mi recuerdo la cámara avanza hacia una veranda abierta. Se oye el tamborileo de la lluvia en el techo. Ocho indios musculosos, sentados en sillas cojas, fuman en silencio y con aire adormecido. No saben ni leer ni escribir y no comprenden cómo han recalado en Tahití. Un caballero de pulcra indumentaria y gesto melancólico me saluda cortésmente y me explica que están esperando dinero, papeles, garantías y un avión que los ha de llevar a París. Me presento, y el caballero me entrega su tarjeta de visita. Se llama Salvador Allende y es senador. Fuera de Chile, apenas si alguien ha oído hablar de él. Sus protegidos son los últimos supervivientes de la expedición boliviana del Che Guevara.

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