Todo cuenta by Saul Bellow

Todo cuenta by Saul Bellow

autor:Saul Bellow [Bellow, Saul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Comunicación, Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1993-12-31T16:00:00+00:00


Hay sencillamente demasiado en que pensar

(1992)[31]

Cuando me piden opinión sobre algún delicado asunto del momento, a veces digo que estoy a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo. A nadie le hace gracia ese chiste de sobremesa. Muchos tienden a pensar que me considero demasiado bueno para este mundo, que es, por supuesto, un mundo de asuntos de interés público.

¿Tenía razón el presidente Kennedy al decir: «No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país»? En la vida cotidiana, ¿qué puede hacer alguien por su país? Esa cuestión puede ser preocupante. Es decir, puede generar opiniones fundamentadas. La mayoría de la gente concluye que, en términos prácticos, no hay mucho que hacer. Algunos se hacen activistas y recorren el país manifestándose o protestando. Y en una Norteamérica libre y próspera, pueden hacerlo perfectamente. A veces me pregunto sobre la economía de la militancia. Debe de haber un considerable número de personas con pequeños recursos personales cuya principal ocupación consiste en salir a la calle a protestar, formar piquetes, tomar partido y hacerse oír. En este momento, el proceso Roe contra Wade[32] atrae manifestantes a Washington y Buffalo. La energía atómica, el ecologismo, los derechos de la mujer, los derechos de los homosexuales, el sida, la pena capital, diversas cuestiones raciales: ese es el pan de cada día de los periódicos y las cadenas de radio y televisión. Se somete al público a interminables sondeos; para elaborar sus estrategias, los políticos y sus asesores se guían por las estadísticas. Y eso, reconozcámoslo, es la «cruda realidad». A eso es a lo que masas de norteamericanos dan importancia y significación, en eso es en lo que se definen, con una mezcla de pasión e incapacidad. El grado de debate público no es satisfactorio. Y cuando nos damos cuenta, se nos cae el alma a los pies. La ausencia de unos dirigentes políticos cultos en el país nos da la impresión de que andamos a ciegas.

¿Nos encontramos hoy en condiciones de hacer algo frente a las crisis que diariamente describe el New York Times: la nueva Rusia y la nueva Alemania; Perú y China; las drogas en la parte sur del Bronx y los conflictos raciales en Los Ángeles; el creciente número de crímenes y enfermedades; el desastre del llamado sistema educativo; la ignorancia, el fanatismo, las tácticas ridículas de los candidatos a la presidencia?

¿Es posible tomar las armas contra un océano de dificultades tan inmensurable?

Siempre que fuese viable, habría que tomarlas, desde luego. Pero también debemos considerar lo que supone hacer frente a ese mar de problemas en su vastedad universal: el volumen de lecturas diarias que nos exige, por no hablar de los conocimientos históricos. No le faltó valor a Karl Marx al afirmar que había llegado el momento de que los pensadores empezaran a actuar. Pero cuando pensamos en lo que sus discípulos intelectuales han hecho en el siglo XX, nos volvemos al asiento. Al



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