Tirana memoria by Horacio Castellanos Moya

Tirana memoria by Horacio Castellanos Moya

autor:Horacio Castellanos Moya [Castellanos Moya, Horacio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T05:00:00+00:00


Prófugos

III

1. En la tarde

* * *

Echados en sendas hamacas, Jimmy y Clemen roncan la siesta, luego del almuerzo, de los whiskies, de la cháchara. De pronto, Sóter salta del sillón donde dormitaba y sale a la carrera ladrando.

—Alguien viene —dice Jimmy, desperezándose.

Clemen yace noqueado por el sopor.

Las aspas del ventilador chirrían desde el techo.

Jimmy se ha puesto de pie: a través del ventanal, entre el hiriente destello del mar, divisa la lancha, los hombres que saltan de ella al pequeño muelle.

—Es el Mono Harris —dice Jimmy—. Viene acompañado.

Sale a la terraza.

Clemen balbucea, salivoso, algo inentendible; se reacomoda en la hamaca.

El Mono Harris avanza deprisa, enérgico, por el sendero de grava, entre la arena, bajo los almendros; Sóter mueve la cola a su lado. El otro hombre camina detrás de ellos, como si fuera escondido bajo el sombrero de palma.

—Levantate, Clemen. Algo ha sucedido —le grita Jimmy desde la terraza.

Clemen abre los ojos; trata de despabilarse.

—Quiubo —le dice el Mono Harris a Jimmy, al tenderle la mano—. Éste es Adrián —agrega señalando al hombre del sombrero, a quien le pide que lo espere en la terraza.

Entran al salón; Sóter brincotea y ladra juguetón entre ellos.

Clemen pone los pies sobre el suelo, aturdido, incapaz aún de salir de la hamaca, de la modorra.

—¿Qué pasa? —logra articular, con la boca pegajosa.

—Tienen que irse ahora mismo —dice el Mono Harris—. La Guardia viene para acá.

Clemen sale de golpe de la hamaca.

—¡Puta! —exclama—. ¡La Guardia!

El Mono Harris les pregunta dónde está el whisky, necesita un trago.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunta Jimmy mientras saca la botella y un vaso de la alacena.

—De una vez aprovecharemos para que se vayan hasta Punta Cosigüina —dice el Mono Harris.

Jimmy lo mira, con súbito entusiasmo.

—¡Qué bien! —exclama—. Ya era hora.

—El que está afuera, Adrián, es el guía. Dice que pueden zarpar esta misma tarde.

Clemen se abalanza hacia la mesa; toma la cajetilla de cigarrillos.

—¿Por dónde vienen los guardias? —pregunta, consternado.

El Mono Harris les cuenta que parejas de agentes empezarán a «peinar» las islas de la bahía, a partir de esta tarde, en busca de prófugos; se enteró gracias al jefe del puesto de la Guardia en la hacienda.

—¿Y no hay otro lugar para escondernos por acá? —pregunta Clemen, y enciende un cigarrillo.

—A menos que se quieran quedar en uno de los canales perdidos entre los manglares —dice el Mono Harris, y apura de un sorbo el whisky—. Nos ahorraríamos el dinero que le pagaremos al guía, pero si los encuentran, ni Mincho ni yo sabemos nada de ustedes.

—No le hagás caso a este tarado —dice Jimmy—. ¿A qué horas partimos?

—Ahora mismo. Los llevaré en mi lancha a San Nicolás, el caserío ubicado al otro lado de la isla, desde donde partirán.

El Mono Harris saca del bolsillo del pantalón un sobre con dinero.

—El trato es que le paguen al llegar a Punta Cosigüina —dice.

—¿Es un hombre de confianza? —pregunta Jimmy mientras se apresta a contar los billetes.

El Mono Harris se encoge de hombros.

—¿Sabe que somos prófugos? —pregunta Clemen.

—Supone que no pueden salir legalmente del país y que por eso lo contratamos, pero no sabe quiénes son.



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