Tierra quemada by Teresa Cardona & Eric Damien

Tierra quemada by Teresa Cardona & Eric Damien

autor:Teresa Cardona & Eric Damien [Cardona, Teresa & Damien, Eric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2020-12-15T00:00:00+00:00


24

—¿Ha dormido usted bien?

Andreani le lanzó una mirada furibunda que la hizo romper a reír.

—Está bien, no he dicho nada. Déjeme acabarme mi café y nos vamos.

* * *

—El sábado por la mañana estamos cerrados al público.

Andreani sacó su placa. El empleado del catastro de Metz dejó escapar un suspiro.

—¿Qué es lo que necesitan? Les aviso, policía o no, a las doce en punto cierro. Y encima, con todo el mundo de puente… —gruñó.

Le explicaron lo que buscaban y el hombre, arrastrando los pies, los llevó a la sala de consultas antes de desaparecer entre las estanterías.

—Aquí lo tienen —dijo tras reaparecer con varios volúmenes encuadernados en cuero burdeos—. Los registros de la localidad de Eberviller de los años 51, 52 y 53. Y que quede claro, las doce, ¿eh?

—¿No lo podemos consultar en el ordenador?

—Normalmente sí. Pero es sábado y con el puente la mayoría de mis colegas están de vacaciones, así que tendría que encender sus ordenadores, y comprendan que…

Sí, de nuevo comprendían. Consultaron el índice.

—Página 32, parcela 74c, cuadrícula 7.2.H, referencia 635.4. Suc. Silberman…

—¡Mire! Este debe ser el tío del que nos habló el gendarme —indicó Francesca señalando una línea—. Silberman, Jacob, y Silberman, Isaac… Si Sarah vino a recuperar sus bienes, no tuvo tiempo de inscribirse.

La casa se había quedado a nombre de su padre y de su tío, y más tarde, cuando la administración fiscal identificó al heredero, esta pasó a estar registrada a nombre de Rémi Fournier.

Observaron el plano catastral.

—La parcela no es grande —apuntó Andreani.

—Ni campo, ni establo, ni granero. Una granja muy rara.

Volvieron a examinar el plano del pueblo, que Francesca fotografió con su teléfono. Buscaron con el dedo parcelas que llevasen el mismo número que la casa.

—Ninguna en Eberviller, desde luego. ¿Puede que en alguna localidad vecina? Aunque tampoco tenían que dedicarse a cultivar la tierra o criar ganado.

—¿Y por qué habrían vivido entonces ahí? No hay nada más que explotaciones agrícolas en la zona…

—¿A lo mejor eran comerciantes? ¿Compraban y vendían? —conjeturó Francesca.

Andreani escribió unas palabras en su cuaderno y se giró hacia el funcionario, que estaba concentrado en su teléfono. Tosió un par de veces para atraer su atención.

—¿Sí? —contestó el hombre sin ningún interés, tras consentir distraerse de la pantalla.

—¿Podríamos buscar por profesión?

—¿Por profesión? Aquí no, desde luego. No recopilamos esos datos. Habría que preguntar a los de los impuestos o a los del censo, están ahí, justo detrás, pero ellos no abren los sábados.

Francesca sonrió, se acercó al funcionario y le habló en una voz tan baja que Andreani no pudo entender lo que decía.

—Ah… en ese caso, comprendo mejor. No hay ningún problema, señora. Enséñeme lo que es y si puedo ayudarla, será un placer.

Andreani observaba la escena desconcertado. Francesca le señaló la parcela 74c con el dedo.

—Pues sí, como le decía, no nos ocupamos de la profesión de los propietarios del registro. Pero en el caso de los municipios agrícolas, andamos con un ojo encima por la concentración parcelaria. Los campesinos no dudan en tomarse



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