Sonatas para el exilio de una reina by Francisco Delgado Montero

Sonatas para el exilio de una reina by Francisco Delgado Montero

autor:Francisco Delgado Montero
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Narrativa
ISBN: 978-84-940963-1-0
editor: Ediciones Antígona
publicado: 2013-02-12T00:00:00+00:00


Este es el primer verano que no hemos viajado a La Granja de San Ildefonso. El rey Felipe se encuentra tan débil y confuso mentalmente que no ha querido o podido ir a su amado palacio de San Ildefonso, como cada verano. Desde que llegamos de Aranjuez está recluido en el palacio del Buen Retiro. El príncipe Fernando está inquieto, la reina Isabel más decaída que de costumbre, y Bárbara de Braganza ha comenzado a seducirme sin tapujos.

El calor en Madrid es agobiante. Cada tarde el cielo se oscurece, los rayos iluminan la ciudad y los aguaceros son cortos y violentos. Las sucias calles se convierten en ríos de inmundicias, los olores a especias, a suciedad, a tierra, se intensifican. La tensión no desaparece ni en los rostros ni en los cielos.

Desde hace unos días, cuando me despido, Bárbara me retiene la mano. Me impide que me retire. Parece no importarle que Fernando esté presente, o entre en la antecámara. Yo me paralizo, no puedo mostrarle otra cosa que no sea el gran cariño que siempre le he tenido y la admiración por sus cualidades artísticas. Pero ella me pide más, me está pidiendo que la ame. ¿Porque está insatisfecha de la vida matrimonial con su esposo? ¿Porque desea tener un hijo que él no le da, que se convertiría en el heredero de la Corona y así se vengaría de los maltratos de la reina? ¿O porque realmente me ama?

Desde la etapa de tensión entre Portugal y España, Bárbara cambió. Después de aquellos acontecimientos, su carácter se ha hecho más inestable, más irritable. Ha engordado mucho en los últimos años, como si comiendo tratara de aliviar su pena, sus angustias. Y desde que Farinelli llegó a la corte se muestra más coqueta. Juega con él a la seducción o a provocar celos en mí. Juega el juego de la seducción con Farinelli, pues sabe que no hay ningún riesgo; no solo por la peculiaridad de Carlo, sino también porque es un caballero con una conducta intachable unida a una exquisita amabilidad.

Felizmente estamos rodeados de música y músicos italianos. Mis composiciones aumentan, mi estilo se transforma. A los sesenta años veo que mis sonatas van adquiriendo una solidez, unos matices que no poseían antes. Que la alegría que siguen percibiendo en ellas los que las escuchan, no es la alegría desbordada y manifiesta de los años pasados. Me dicen que hay más poesía, menos jugueteo que en las composiciones anteriores. A mí mismo también me gustan más y el tiempo que dedico a la composición aumenta.

Las tensiones que siento en las relaciones con los que me rodean se diluyen con la música, como el azúcar se diluye en el agua; no desaparecen, pero se transforman, se integran en una realidad más amplia y menos dolorosa que la que caracteriza a este valle de lágrimas. La música hace surgir del corazón humano algo nuevo que no es ni tristeza, ni placer, ni alegría, ni nostalgia... contiene todos estos sentimientos, pero disueltos en algo que les trasciende y que constituye la base de toda la vida del músico.



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