Sombras nuevas by Alba Duro

Sombras nuevas by Alba Duro

autor:Alba Duro [Alba Duro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótica, BDSM
publicado: 2017-05-03T22:00:00+00:00


III

Aún tenía puesto el vestido negro cuando Patricia despertó de repente en la cama y con un ligero malestar en un talón.

—Malditos tacones, joder.

Se quitó lo que tenía puesto, buscó una toalla y fue a tomar un baño con agua caliente. Salió con tranquilidad y puso un poco de Jamiroquai porque estaba de buen humor. Salió hacia la cocina con una bata de estampado chino. Era la hora de comer.

—Las 11:00 a.m.

Estaba pensando en qué preparar cuando sonó el móvil.

—Buenos días, guapísima. ¿Cómo estás?

Sonrió ampliamente.

—Hola, buenos días. Pues, bien, con un hambre increíble.

—¿Cómo sigues del malestar en los pies?, ¿hiciste lo que te dije?

—Sí, aún tengo una molestia en un talón pero nada del otro mundo.

—¿Quieres que te revise?

—Eh, que no es para tanto.

—Bueno, ¿qué tal si comemos algo?, salgo en una hora… Aunque tengo que regresar. Cerca del hospital hay un lugar interesante para comer.

—Está bien. Me visto y salgo para allá.

—Te espero.

No quería esperar tanto tiempo así que tomó una rebanada de pan del refrigerador y lo untó con mantequilla de maní. Así despistaría el hambre y podría tener algo de energía para salir.

Volvió a quitarse la bata y fue hacia la habitación. Buscó en su armario una falda estilo tubo de color negro, una camiseta blanca y sacó unos New Balance de color amarillo. Tomó una mochila de cuero negro y depositó su billetera, un pequeño bolso de maquillaje, un cárdigan y una botella de agua. Entró rápidamente al baño a retocarse el cabello y se dispuso a salir.

Se sorprendió que el día estuviese particularmente caluroso en especial cuando la noche anterior estuvo casi fría. No le importó mucho puesto que estaba cómoda, así que no perdió tiempo y comenzó a enrumbar el camino.

En la calle podía percibirse un fuerte olor a algodón de azúcar, nueces tostadas y el horneado de los baguels del restaurante que tanto le gustaba a Patricia. A pesar del sol y el calor, había gente caminando y divirtiéndose. Cada vez que se encontraba con esas imágenes, ella agradecía el vivir en un lugar como ese, tan brillante, cálido y despierto.

Iba caminando cuando se acordó del mensaje que le había enviado José.

—Qué tipo tan gilipollas.

Se decía sin darse cuenta que se estaba acercando a él.

—Hola, Patricia.

Sintió que comenzaba a descomponerse.

—Apártate.

—¿No vas a saludarme?

—No.

Trató de seguir de lado pero él la sostuvo de un brazo.

—Vamos a hablar, Patricia. Te extraño, ¿qué tal si vamos al café? Total, estamos cerca.

—No te cansas de ser tan imbécil, ¿verdad? No hay nada de qué hablar.

Le respondió pero no escuchó bien sus palabras. Estuvo allí, mirándola cómo se alejaba. Patricia quiso voltear sin embargo sabía que iba a perder el tiempo. Era mejor que él se quedara ahí.

Tras el incidente, pensó si era buena idea ver a Arturo pero estaba ya esperando el tren que la llevaba al hospital.

—No puedo dejar esto me siga afectando. Ha sido suficiente.

Se sentó en el vagón y respiró profundo. Se distrajo con un par de chicos que escuchaban música juntos. Cada tanto se reían y se sonreían.



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