Sentir by Mona Kasten

Sentir by Mona Kasten

autor:Mona Kasten [Kasten, Mona]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-05-25T16:00:00+00:00


20

Un fuerte ruido me despertó de forma abrupta. Tardé al menos un minuto en darme cuenta de que era un sonido alegre, de que no estaban matando a nadie ni nada parecido. Alguien chilló de nuevo y a continuación se oyó una carcajada espectacular. Entretanto, además de todo eso había empezado a distinguir también una suave melodía al piano.

Me incorporé hasta quedar sentada y miré a mi alrededor. Los rayos de sol se filtraban a través de las cortinas arrojando una luz muy clara. Isaac ya no estaba. El único rastro que quedaba de su presencia eran las gafas, que se había dejado encima de la mesilla de noche. Unos latidos sordos empezaron a retumbar dentro de mi pecho. Cogí las gafas y me las colgué con cuidado del bolsillo de la camisa. Luego me puse de pie y, todavía con pasos inseguros, salí de la habitación de invitados.

Levi pasó a la carrera por mi lado, chillando por todo el pasillo. Justo detrás lo seguía Ariel, que, sin detenerse, me dedicó una sonrisa fugaz. Era evidente que estaban de lo más despabilados. Yo, en cambio, me sentía como si la noche anterior me hubiera arrollado un camión. Y estaba segura de que mi aspecto daba fe de ello.

Por suerte, justo delante de la habitación de invitados había un cuarto de baño en el que pude recomponerme un poco. Me lavé la cara a conciencia con agua fría y me aseguré de frotar bien los últimos rastros de maquillaje que me habían manchado las mejillas. Luego me lavé los dientes con el dentífrico que encontré en el armarito que había tras el espejo y con un dedo, puesto que no tenía mi cepillo, y finalmente me recogí el pelo en una cola de caballo.

Me observé en el espejo. Tenía la cara pálida y los ojos enrojecidos e hinchados, pero al menos parecía una persona. Más o menos. Respiré hondo para armarme de valor y afrontar el embarazoso encuentro que me esperaba fuera.

Me dirigí hacia la sala de estar y, a medida que me acercaba, la melodía se oía cada vez con más claridad. Sin embargo, antes de entrar en la sala bañada de luz natural, me di cuenta de que no procedía de un equipo de música. Isaac estaba sentado con Ivy frente al piano, tocando una melodía alegre y rápida que ella interrumpía de vez en cuando golpeando el teclado con sus minúsculas manitas y chillando de la alegría que le producían sus propias intervenciones.

Me apoyé en el marco de la puerta y contemplé cómo le rebotaban los hombros cada vez que se reía. Isaac retomó la melodía desde el principio una vez más, pero antes de que hubiera transcurrido un minuto Ivy empezó a golpear las teclas de nuevo. Soltó un par de palabras que hicieron reír a su hermano, y lo cierto es que yo tampoco pude evitar sonreír. Después de la noche anterior, pensaba que me costaría mucho más.

Con el mayor sigilo posible, saqué la cámara de la mochila y les hice una foto.



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