Santuario by William Faulkner

Santuario by William Faulkner

autor:William Faulkner
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788423970384
publicado: 1930-12-31T16:00:00+00:00


En reposo, con la cabeza inclinada y las manos todavía sobre el regazo, la mujer tenía la cansada inmovilidad de una chimenea que se alza sobre las ruinas de una casa cuando ya ha pasado el huracán.

—De pie en el rincón de detrás de la cama, con el impermeable puesto. Así de asustada estaba cuando le metieron en el cuarto al individuo aquél, cubierto de sangre una vez más. Lo pusieron sobre la cama, Van lo golpeó otra vez y Lee le sujetó el brazo, y ella de pie en el rincón, con unos ojos que parecían los agujeros de una máscara. El impermeable estaba colgado de la pared y ella se lo había puesto sobre el abrigo. El vestido estaba muy bien doblado sobre la cama. Al tipo aquel lo echaron justo encima, con la sangre y todo lo demás, y yo dije:

«—¡Cielo santo! ¿También estás tú borracho?

»Pero Lee se limitó a mirarme y vi que se le había puesto blanca la nariz, como le pasa siempre que se emborracha.

»La puerta no tenía pestillo, pero pensé que muy pronto saldrían a ocuparse del camión y que entonces me daría tiempo a hacer algo. Luego Lee me obligó a salir también a mí y se llevó la lámpara, de manera que tuve que esperar a que se reunieran otra vez en el porche para volver a la habitación. Cuando entré me quedé muy cerca de la puerta. El tipo que había traído a la chica roncaba sobre la cama, respirando con dificultad, con la nariz y la boca magulladas; también oía a los que estaban en el porche. Después salieron y les oía dando vueltas alrededor de la casa y por la parte de atrás. Al final se callaron.

»Yo seguía allí de pie, contra la pared. El otro roncaba, se ahogaba, recuperaba el aliento y hacía un ruido como si gimiera; y yo pensaba en la chica tumbada en la oscuridad, con los ojos abiertos, escuchándolos, y yo teniendo que estar allí, esperando a que se marcharan para tratar de hacer algo. Le dije que se fuera. Le dije: '¿Qué culpa tengo yo de que no esté casada? Tengo tan pocas ganas de tenerla con nosotros como usted de estar aquí.' Dije: ‘He vivido toda la vida sin ninguna ayuda de gentes como usted; ¿qué derecho tiene a venir pidiéndome ayuda?' Porque lo he hecho todo por él, hasta arrastrarme por el fango. He prescindido de todo lo que tenía y sólo he pedido que me dejaran sola.

»Luego oí abrirse la puerta. A Lee lo reconozco por la manera de respirar que tiene. Se acercó a la cama y dijo: 'Necesito el impermeable. Levántese y quíteselo', y oí el crujido de las vainas de las mazorcas mientras él se lo quitaba. Luego se marchó. No hizo más que coger el impermeable y salir. Era el impermeable de Van.

»He dado tantas vueltas alrededor de esa casa por la noche, con esos hombres allí dentro, esos hombres viviendo a costa del riesgo



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