Refugiado by Alan Gratz

Refugiado by Alan Gratz

autor:Alan Gratz [Gratz, Alan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: 13insurgentes
publicado: 2018-06-19T16:00:00+00:00


Isabel

En algún lugar del Caribe

1994

3 días lejos de casa

Isabel se despertó con el cálido resplandor anaranjado en el horizonte y un mar plateado que se extendía ante ellos como un espejo. Era como si la tormenta hubiera sido una especie de pesadilla febril. El señor Castillo también se despertó de su pesadilla con la boca seca como si se hubiera perdido en el desierto. Se bebió de un largo trago casi la mitad de uno de los pocos bidones que les quedaban y se tumbó contra el costado de la barca.

Isabel estaba preocupada por su madre. Para Mami, la pesadilla solo estaba empezando. Los mareos que había sentido al comienzo de la tormenta habían empeorado por la noche, y ahora tenía tal fiebre que ardía más que el sol del amanecer. Lito sumergió un jirón de una camisa en las aguas frescas del mar y se lo puso en la frente a su hija para que se refrescase, pero, sin las aspirinas del botiquín que habían perdido, no tenían manera de hacer que le bajase la fiebre.

—El bebé —se quejó Mami agarrándose la tripa.

—El bebé estará perfectamente —le dijo Lito—. Será un niño bien fuerte y sano.

Lito y la señora Castillo se encargaron de cuidar de la madre de Isabel. Papi y Luis consiguieron que el motor volviese a arrancar, y lo remojaron con agua para refrigerarlo. Amara, al timón, los llevaba hacia el norte ahora que el sol estaba en el cielo. Todo el mundo tenía algo que hacer, parecía, excepto Isabel e Iván.

Tambaleándose, Isabel se abrió paso hacia Iván, en la proa de la barca, y fue dándose golpes hombro con hombro y pisando a la gente por el camino. Se sentó a su lado con un resoplido.

—Me siento inútil —le dijo a Iván.

—Lo sé —dijo él—. Yo también.

Permanecieron sentados en silencio durante un rato antes de que Iván dijese:

—¿Crees que tendremos que dar álgebra en nuestro nuevo colegio norteamericano?

Isabel se rio.

—Sí.

—¿Tendrán mítines políticos todos los días en el colegio? ¿Tendremos que trabajar toda la tarde en el campo? —Se le abrieron los ojos de par en par—. ¿Crees que tendremos que llevar armas, para protegernos de los tiroteos?

—No lo sé —le dijo Isabel.

Sus profesores les habían hablado constantemente de cómo se morían de hambre los indigentes en las calles norteamericanas, de que las personas que no se podían permitir pagar un médico enfermaban y se morían, y de que todos los años morían miles de personas por disparos de armas de fuego. Con lo contenta que se había puesto por marcharse a Estados Unidos, a Isabel le preocupó de repente que no fuese un lugar tan mágico como creían todos los que iban en la barca.

—Sea como sea, me alegro de que hayas venido con nosotros —dijo Iván—. Ahora podremos vivir el uno al lado del otro para siempre.

Isabel se puso colorada y se miró los pies. A ella también le agradaba aquella idea.

El agua sobre la cara de Castro era más profunda ahora, lo cual significaba que tenían alguna vía.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.