Rebeldes by Amy Tintera

Rebeldes by Amy Tintera

autor:Amy Tintera [Tintera, Amy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2014-05-06T04:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECIOCHO

WREN

No me podía mover.

A juzgar por el dolor que irradiaba por mi cuerpo, me había roto más huesos de los que pudiera contar. Por la parálisis, sospeché que alguno era un hueso importante del cuello o de la espalda. De reojo pude ver que una de mis piernas estaba doblada en un ángulo extraño.

El sol estaba directamente en mi línea de visión, bajo en el cielo. Ya era el final de la tarde. Hacía un poco más calor del que hacía en la reservación, lo que me hizo pensar que Micah nos había llevado hacia el sur. ¿O al oeste?

Contuve el pánico mientras entrecerraba los ojos y trataba de encontrar a Addie en mi visión limitada. Estaba en una carretera, rodeada de pedacitos de asfalto y de grava. Un edificio blanco y simple estaba a mi derecha, un edificio de ladrillo a mi izquierda, y eran los más altos que hubiera visto. ¿Nos había tirado Micah en una de las ciudades?

—¿Addie? —grité—. ¡Addie!

Me respondió el silencio, respiré hondo y cerré los ojos. Quizás había caído demasiado lejos para escucharme.

El dolor llegaba a un nivel digno de gritos, lo que debía significar que estaba a punto de sanar. Suspiré y traté de concentrarme en cualquier otra cosa. En Callum. Addie. En partirle la cara a Micah.

De repente pude mover las manos otra vez y tuve que esforzarme contra la cuerda que todavía tenía atada alrededor del pecho para poder incorporarme. El impacto la había aflojado, así que retorcí mis brazos para liberarlos y de un tirón volví a acomodarme la pierna en su posición normal.

Fruncí el ceño al ver la escena frente a mí. Estaba en medio de una calle, con una fila de edificios altos separados por árboles en cada lado de la cuadra. Pero estaba totalmente desierta. Micah había dicho salúdame a los humanos que tanto amas, lo que sugería que nos dejaría en una zona que sabía que estaba llena de humanos.

Pero no veía a ninguno. De hecho, no había señales de vida.

Un minuto después pude pararme y giré la cabeza en busca de Addie. Considerando que era una Tres-Nueve, dudaba que hubiera sanado a la misma velocidad que yo. Tal vez seguía en el suelo por alguna parte.

No muerta. Definitivamente no muerta.

La idea de Addie muerta hizo que el pánico se aferrara a mi estómago. No podía estarlo.

—¿Addie? —grité, caminando en círculo. Si había aterrizado sobre un edificio quizá podría verme acá abajo. Ondeé los brazos mientras volvía a caminar. Algo parecido a un transbordador de CAHR me llamó la atención al fondo de la calle y mi corazón dio un vuelco mientras mis dedos buscaban un arma.

Entrecerré los ojos. No era del color de los transbordadores de CAHR, que los pintaba de negro. Este era rojo. Tenía el frente completamente golpeado.

Era un auto. Pero CAHR los había prohibido todos cuando se construyó la República de Texas. Incliné la cabeza, me giré despacio. ¿Estábamos en una de las viejas ciudades?

Una cabeza apareció de repente y casi me reí del alivio cuando Addie levantó un brazo para saludarme.



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