¿Por qué cuernos me engañaste? by Ana von Rebeur

¿Por qué cuernos me engañaste? by Ana von Rebeur

autor:Ana von Rebeur [Rebeur, Ana von]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Autoayuda
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 12

¿Con quién te engaña?

«¿Qué tiene ella que yo no tenga?»

Lo primero que uno quiere saber al descubrir que lo traicionan es con quién lo hacen.

Porque siempre imaginamos que lo hacen con alguien que es la viva imagen de lo que nosotros deberíamos ser para complacer a nuestra pareja al 100%. Por eso, la pregunta de rigor es: «¿Qué tiene ella —o él— que no tenga yo?».

Aquí hablaremos de la rival mujer, porque el hombre, por puro orgullo macho, no quiere ni saber quién es el rival. Prefiere que no se hable más del asunto. El orgullo es más fuerte que la curiosidad (benditos ellos, que pueden quedarse con la intriga). Pero gústeles o no, les diré a ellos una sola cosa: el rival es alguien que trató a tu mujer como toda una mujer. Se fijó en ella, y la hizo sentir bella y deseada. Es decir que una mujer puede ponerle los cuernos al marido con cualquiera que le dé pelota y tenga la dentadura y la cabellera completa, buenos zapatos y poca panza, con lo cual a la pobre se le hace dificilísimo ser infiel, porque a cierta altura de la vida, el que no es pelado es panzón.

En cambio, a un hombre le viene bien cualquier mujer bonita o que lo parezca. Porque las mujeres tenemos una ventaja sobre los hombres si nacemos feas, con maquillarnos un poco, resultamos atractivas. ¿Vieron las fotos de famosas antes y después del maquillaje? Pamela Anderson se parece a mi abuela; hace Moss parece una mendiga y Cameron Díaz es igual a la chica que vende frutas en el puesto del mercado. Se lo dije a la chica y creyó que le estaba tomando el pelo, hasta que le llevé una foto de Google y me dijo: «¡Pero si soy yo!». Ya lo dijeron Ovidio y Elizabeth Arden: no hay mujeres feas, hay mujeres mal maquilladas. Es decir que las mujeres tenemos mucha más competencia que los hombres, porque ellos tienen más para elegir, y además está bien visto que los hombres —aun casados— levanten muchas mujeres, y está muy mal visto que una señora casada levante un solo hombre, aunque sea pelado y panzón.

Entonces, las mujeres nos torturamos pensando en la rival. Pensamos que ella es mil veces mejor que uno. Que es más joven, más bella, más elegante, más sexi, más divertida… más algo. Aunque lo que más tememos es que sea más flaca y con más dinero que nosotras. Eso si que es competencia desleal.

Y entramos en competencia con un fantasma —porque él no responderá lo que queremos saber—, y si abre la boca, mentirá torpemente, respondiendo no la verdad, sino lo que cree que queremos escuchar y que cree que le salvará el pellejo.

Entonces, él dice alguna barbaridad como: «No, no es linda, ni es divertida, no es sexi… no tiene nada especial». ¿Qué? ¿Toda la confianza de un matrimonio por la borda por alguien ordinario y vulgar?

¡Hubiera sido mejor que te dijera que ella es Miss Universo!

Por eso digo que preguntar por tu rival es una pérdida de tiempo y energía.



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