Por el camino de Swann by Marcel Proust

Por el camino de Swann by Marcel Proust

autor:Marcel Proust [Proust, Marcel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1913-06-22T05:00:00+00:00


Una noche en que Swann había aceptado cenar con los Verdurin, como acababa de decir que el día siguiente tenía un banquete de antiguos compañeros, Odette le había respondido en plena mesa, delante de Forcheville, quien ahora era uno de los fieles, del pintor y de Cottard:

«Sí, ya sé que tiene usted ese banquete y no lo veré hasta volver a casa, pero no venga demasiado tarde».

Aunque a Swann nunca le había molestado aún la amistad de Odette con tal o cual fiel, experimentaba un profundo deleite al oírla confesar así, delante de todos, con aquel tranquilo impudor, sus citas cotidianas por la noche, la privilegiada situación de que disfrutaba él en su casa y la preferencia que entrañaba. Cierto es que Odette en modo alguno era —había pensado Swann a menudo— una mujer notable y nada había en la supremacía que él ejercía sobre una persona tan inferior que debiera parecerle tan halagador al verlo proclamado delante de los «fieles», pero, en cuanto había advertido que Odette parecía a muchos hombres una mujer arrebatadora y deseable, el encanto que presentaba para ellos su cuerpo había despertado en él una necesidad dolorosa de dominarla enteramente hasta en los rincones más recónditos de su corazón, y había empezado a atribuir un valor inestimable a los momentos pasados en casa de ella por la noche, en los que él la sentaba sobre sus rodillas, le hacía decir lo que pensaba de esto, de lo otro, repasaba los únicos bienes cuya posesión le interesaba ahora en la Tierra. Por eso, después de aquella cena, tras llevarla aparte, no dejó de darle unas gracias efusivas para intentar enseñarle, según los grados de agradecimiento que le manifestaba, la escala de los placeres que ella podía causarle, el supremo de los cuales era el de protegerlo —durante el tiempo que durara su amor y lo volviese más vulnerable al respecto— contra los ataques de celos.

Cuando salió, el día siguiente, del banquete, llovía a cantaros y sólo tenía a su disposición su «victoria»; un amigo le propuso llevarlo a su casa en coupé y, como Odette, al pedirle que acudiera, le había dado la seguridad de que no esperaba a nadie, en lugar de salir así, en plena lluvia, habría vuelto a su casa a acostarse con el alma tranquila y el corazón contento, pero, si ella notaba que no parecía tener demasiado interés en pasar siempre con ella —sin excepción alguna— el final de la velada, tal vez pusiera menos interés en reservársela precisamente en una ocasión en que él lo deseara en particular.

Llegó a su casa hacia las once y, cuando se excusó por no haber podido llegar antes, ella se quejó de que fuera, en efecto, muy tarde y no se encontrara bien con la tormenta, le doliese la cabeza, y lo avisó de que no iba a retenerlo más de media hora, de que a medianoche lo despediría y, poco después, se sintió fatigada y deseosa de irse a la cama.

«Entonces, ¿no va a haber catleyas esta noche?», le dijo él.



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