Persona normal by Benito Taibo

Persona normal by Benito Taibo

autor:Benito Taibo
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Otros, Novela
publicado: 2011-01-08T23:00:00+00:00


Estoy sentado al borde de la carretera

El conductor cambia la rueda.

No me gusta estar allí de donde vengo.

No me gusta ir a donde voy.

¿Por qué tanta impaciencia

mirando cómo cambia la rueda?

Yo me quedé de una pieza. Esa mujer de pelo largo, pecosa, de ojos grises, ¡se sabía de memoria un poema de Brecht! Y no sólo eso, lo había utilizado de manera perfecta y contundente para demostrar que la prisa en ocasiones es de una inutilidad que no nos lleva a ninguna parte.

A partir de ese momento empecé a mirarla con otros ojos. Pasó de ser una simple compañera de clases que yo no había notado, a ser la más guapa, la más inteligente, la más sensible, motivo de todos mis desvelos. No se trataba de la diosa a la que había que tirarle flores a su paso; era, más bien, un alma gemela para ir a su lado y con la que hay que partir a machetazos la selva para ir abriendo trocha hacia la fuente del río oculto en la espesura. Sofía participaba activamente en clases y seminarios, obras de teatro y debates, fiestas y bailes, experimentos.

A pesar de ser extrovertida, no era en extremo popular. Decía las cosas a rajatabla, cruda, incendiariamente, con la delicadeza de un tanque que se desplaza por los pasillos de una vidriería. Se hacía de amigas o amigos que perdía casi de inmediato, en cuanto les hacía notar alguno de sus defectos de carácter. Por lo mismo estaba casi siempre sola. Volverse un cómplice de Sofía era casi tan duro como convertirse en un incondicional de Baker Street, esos niños que gozaban de las confianzas de Sherlock Holmes. El tema es que yo no quería ser su comparsa, más bien, su otra mitad. Y lograrlo requeriría mucho más que unas pocas poesías escogidas. Sofía era un reto, un laberinto, un código encriptado, un mapa del tesoro, una de las doce tareas del Hércules y yo tendría que usar la inteligencia y destreza y no la pura fuerza bruta para llegar hasta su corazón. Sofía tenía el tamaño de mis sueños.

Eso que sentía era amor pero de otra manera.

En este caso no serviría de nada la poesía de Cyrano; para hacerse notar frente a Sofía, había que hacer cosas mucho más espectaculares. Y debía hacerlo solo, por mí mismo, no se valía recurrir al tío Paco. Conforme vas creciendo te das cuenta que hay cosas que te tocan, como si el destino fuera una ruleta que girara y que de repente, y sin previo aviso, la flecha se detuviera en tu lugar, apuntándote, y todos los demás jugadores estuvieran ahí a tu lado, esperando impacientes a que hicieras tu apuesta para poder seguir con el juego. Pero no creo en el destino; no hay dioses perversos o juguetones que estén desde su Olimpo fabricando caminos y encrucijadas para que los transites y tomes decisiones. Creo, más bien, que cada quien va resolviendo, a veces gracias a las casualidades, pero sobre todo a partir de las causas y efectos de tus actos, hacia dónde habrá que dar el paso siguiente.



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