Mythos by Stephen Fry

Mythos by Stephen Fry

autor:Stephen Fry [Fry, Stephen]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Anagrama
publicado: 2019-09-03T22:00:00+00:00


Sepultado en el polvo

Tras muchos años de paz y prosperidad en Tebas, Ágave, la hija de Cadmo y Harmonía, se había casado con PENTEO, el hijo de Equión, uno de los Cinco Fundadores (el quinto esparto que quedó en pie, como recordaréis). Harto de ejercer de soberano, pero, al igual que tantos héroes después de él, incapaz de contener el espíritu viajero, Cadmo le dijo un día a Harmonía:

–Vámonos de viaje. Veamos más mundo. Penteo está listo para ocupar el trono durante nuestra ausencia.

Vieron bastante. Muchos pueblos y muchas ciudades. Iban bajo la forma de una pareja corriente de mediana edad, sin pedir grandes recibimientos ni banquetes en su honor. Solo los acompañaba un pequeño grupo de asistentes. Fue mala suerte, sin embargo, que Harmonía metiese el collar maldito en su equipaje.

Después de haber viajado bastante por Grecia decidieron ir a visitar el reino que hay más allá del norte del Adriático, al sur de los Balcanes y orientado hacia la costa este de Italia, que había establecido su hijo más pequeño, Ilirio, y que no nos sorprenderá saber que se llamó Iliria.*

Una vez allí, Cadmo se sintió súbitamente agotado y lleno de un insoportable temor. Clamó al cielo.

–A lo largo de los últimos treinta años he sabido en lo más hondo de mi corazón que al matar a aquella serpiente de agua mataba cualquier posibilidad de felicidad para mi esposa y para mí. Ares es despiadado. No descansará hasta verme tan aplastado en el suelo como aquella serpiente. Si sirve para aplacarlo y para traer más paz a mi desasosegada vida, dejad que la termine arrastrándome por el polvo. Así sea.*

Tan pronto como estas palabras salieron de su boca, la infeliz plegaria se hizo realidad. Su cuerpo empezó a encogerse por los lados y a estirarse a lo largo, la piel se le cuarteó y formó suaves escamas, y la cabeza se le aplastó en forma de diamante. La lengua que había gritado aquel horrendo deseo hacia los cielos ahora entraba y salía disparada entre dos colmillos. El hombre que en su día fue Cadmo, príncipe de Tiro y rey de Tebas, cayó retorciéndose al suelo, convertido en una serpiente común.

Harmonía soltó un gran alarido de desesperación.

–¡Tened piedad, dioses! Afrodita, si eres mi madre, demuestra tu amor ahora y deja que me una en el suelo con aquel a quien amo. Los frutos del mundo son polvo para mí. Ares, si eres mi padre, demuestra misericordia. Zeus, si, como dicen, eres tú mi padre, entonces, en nombre de toda la creación, ten piedad, te lo suplico.

Sin embargo, no fue ninguno de estos tres quien oyó sus ruegos, sino la piadosa Atenea, que la transformó en una serpiente. Harmonía se deslizó por la tierra tras su marido-serpiente y se entrelazaron amorosamente.

La pareja vivió sus días en las sombras de un templo consagrado a Atenea, dejándose ver solo cuando necesitaban calentarse la sangre a la luz del sol de mediodía. Cuando les llegó su fin, Zeus les devolvió sus formas humanas a tiempo para morir.



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