Pequeñas alegrías by Elvin James Mensah

Pequeñas alegrías by Elvin James Mensah

autor:Elvin James Mensah [Mensah, Elvin James]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, Literary, General, lgtb, lgbt, LGTBIQA+, LGBTIQA+, queer
ISBN: 9788419936295
Google: AH_sEAAAQBAJ
editor: Letras de Plata
publicado: 2024-02-19T23:00:00+00:00


Esa misma tarde sucedió algo extraño cuando decidí darme un baño. Me quedé plantado junto a la bañera, observando cómo se iba llenando, apresado por una sensación terrible. Al cabo de unos pocos minutos, Muddy apareció detrás de mí diciéndome que quería lavarse los dientes. Me preguntó si me daba igual, y yo me quedé con la mirada perdida. Al igual que había ocurrido en la piscina, Muddy pareció comprender algo a partir de mi expresión. Se giró hacia la bañera, luego hacia mí, y entonces se encogió de hombros. Se quitó la camiseta y los bóxers y nos quedamos mirándonos en silencio. Intenté desvestirme solo, pero Muddy se rio y me pidió que levantara los brazos para ayudarme.

Cerró el grifo y nos sentamos el uno en frente del otro, metidos en agua tibia. Teníamos los brazos cruzados sobre las rodillas y los pies superpuestos.

—Vaya —comentó entonces—, qué raro, ¿no?

—Ya —le respondí—. Cuando dijiste que no me ibas a dejar solo, no creía que fueras a tomártelo al pie de la letra.

—Pero tampoco está tan mal —me contestó él—. Creo que nunca me he bañado con nadie.

—Sobre todo con otro chico, ¿no?

—Seguro que tú te has metido en la bañera con un montón —dijo riéndose.

—¿Qué insinúas?

—No sé. Solo quería hacerte reír. —Le regalé la risa que esperaba—. Dime, ¿ahora qué?

Me quedé callado durante un instante, y luego le dije:

—No lo tengo muy claro.

—Seguramente deberíamos ir mirando de buscarte a alguna de esas psicólogas con gafas y portafolios.

—Solo para asegurarme de que estamos hablando de lo mismo… —le dije—. Te refieres a un psicólogo, ¿no?

—Exacto.

Volví a guardar silencio.

—No sé —le dije—. Me he pasado un día entero bajo vigilancia por intentar suicidarme. No me apetece ponerme a hablar de psicólogos.

—Pero, le darás alguna que otra vuelta a la idea, ¿no? —me dijo—. Hablo en serio.

Volví a mirarme la venda. Recordé aquella ocasión en la que había intentado ser mi mejor amigo, y luego pensé en que me había traicionado a mí mismo. Si para ser buena persona tenías que ser bueno contigo, quizá no hubiera merecido, ni mereciera aún, que me quisieran o me desearan. Al final el agua se oscureció por el jabón y nuestras esponjas comenzaron a gotear en uno de los laterales después de que las usáramos. Muddy cantaba Tubthumping de Chumbawamba y marcaba el ritmo con los dedos en la bañera. Después se levantó con un gran quejido. Tenía el pene grueso, sin circuncidar, y colgaba bajo una mata espesa de vello púbico. Se lo tapó al momento.

—¡Ay, perdona! —se disculpó—. A nadie le hace falta un primer plano de mi pito a estas horas.

—¿Y cuál sería la hora apropiada? —le dije riéndome.

—No sé —contestó, apoyando las manos en la cadera y mirando hacia abajo con curiosidad—. Tendré que hacerte un horario o algo.

Lo observé mientras se secaba con la toalla frente al espejo y me reí por el modo caótico en que lo hacía: se pasaba la toalla entre los muslos y luego la enrollaba para formar una cuerda y azotarse la espalda para quitarse las gotitas.



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