Ojos de Venus by Luis Manuel López Román

Ojos de Venus by Luis Manuel López Román

autor:Luis Manuel López Román [López Román, Luis Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-06-01T00:00:00+00:00


XVI

El auriga

CUANDO Marco regresó al jardín donde parte de los invitados habían regresado tras la cena, descubrió cuán efímera y caprichosa es la diosa Fama. Al terminar la reunión con Cicerón pensó que, en cuanto apareciera de nuevo en los salones de Atia, todo el mundo se abalanzarla de nuevo sobre él para tratar de arrancarle el secreto de la extraña esfera, contratar sus servicios o simplemente dejarse ver en su compañía. La idea de verse rodeado de hombres y mujeres interesados en él no le resultaba en absoluto seductora. Marco había disfrutado siempre de una vida tan anónima como su peculiar oficio le permitía. Era más tranquilo y, sobre todo, más seguro. La celebridad era un camino peligroso para quien se ganaba la vida jugando con las fuerzas sobrenaturales, y aquello era algo que Neóbula había aprendido muy bien. Su actuación aquella noche había roto con una de sus normas más sagradas: no llamar la atención. Cumplido su objetivo, tendría que hacer todo lo posible para conseguir que aquellos senadores y caballeros se olvidaran cuanto antes del nombre de Marco Lemurio.

Pero el olvido llegó antes de lo que él mismo había podido esperar. El regreso de Marco pasó desapercibido. La atención de los invitarlos había cambiado de foco. Todos los presentes en el jardín contemplaban ensimismados a un hombre que acababa de llegar a casa de Atia. Marco, situado desde una discreta posición bajo la columnata del peristilo, observó al recién llegado mientras elevaba unas palabras de agradecimiento a los dioses por el hecho de que su momento de fama hubiera sido tan breve. El hombre era, desde luego, digno de recibir atención. Era muy alto, más que la mayoría de los presentes, y lucía un cabello largo y ensortijado recogido a los lados de su frente con una cinta de color blanco. Su cuerpo era una muestra evidente de que aquel hombre se entregaba cada día al ejercicio físico intenso. Todos los hombres estrechaban su mano y todas las mujeres sonreían ante su paso con admiración. No había duda de que aquel hombre era un personaje famoso en Roma, aunque Marco no tenía ni la más remota idea de quién era.

Saturnino fue el único que se dio cuenta de que el hechicero había regresado. Con cortesía y regalando sonrisas a todo aquél con quien se cruzaba, se abrió paso en medio de la multitud que atestaba el jardín para llegar junto a Marco.

—¿Has conseguido lo que querías? —⁠preguntó.

—Eso espero —respondió Marco. Sabía que Saturnino no le preguntaría nada más. Estaba acostumbrado al muro de silencio que Marco había levantado a su alrededor en todo lo que se refería a su pasado y la misteriosa muerte de su madre. En algunas ocasiones había intentado indagar en estos temas, siempre sin éxito, y finalmente había abandonado cualquier esperanza de saber algo más.

—¿Quién es ese hombre?

—¿De verdad no lo sabes? A veces cuesta creer que vivas en Roma… ¿Cuánto hace que no asistes a las carreras de carros del circo?

—Fui un par de veces, de pequeño.



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