Noches de Reikiavik by Arnaldur Indridason
autor:Arnaldur Indridason [Indridason, Arnaldur]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T00:00:00+00:00
* * *
El vendedor de licor casero vivÃa en el barrio de Skerjafjörður, cerca del aeropuerto doméstico. Según ÃurÃ, destilaba alcohol de forma ilegal en un pequeño garaje del que precisamente estaba saliendo cuando Erlendur llegó a su casa. Bajito y barrigudo, el hombre lo saludó y se puso levemente en guardia.
â¿Te puedo ayudar en algo? âpreguntó mientras cerraba la puerta del garaje.
âMe ha enviado Ãurà âle informó Erlendur asumiendo que la conocerÃa, al ser una de sus clientas habituales.
âAh, ÃurÃ. ¿Cómo está?
âFatal. Tu mejunje la pone de muy mal humor. ¿Tienes el pendiente que te vendió?
â¿Qué pendiente?
âEl pendiente de oro que te dio a cambio de alcohol. Me dijo que lo tenÃas tú.
âSÃ, lo tengo yo. ¿Hay algún problema?
âMe gustarÃa comprártelo ârespondió Erlendurâ. Por el mismo dinero que pagaste por él. ¿Cuánto cuesta una de tus botellas?
âMira, no soy ningúnâ¦
âNo me vengas con cuentos âinterrumpió Erlendur, que no estaba para tonterÃas. Estaba cansado después de haber pasado el dÃa entero hablando con gente y presenciando escenas que no habÃan hecho sino fatigarlo másâ. Soy policÃa âcontinuóâ. Me la juego a que si entro en tu garaje me voy a encontrar con unos cuantos barriles, alguna que otra herramienta para elaborar cerveza y un buen stock de alcohol. Seguro que también vendes material de contrabando que sacas de los cargueros. MercancÃa extranjera de calidad.
â¿PolicÃa?
âSolo quiero el pendiente. Sé que lo tienes. Dámelo y no tendrás que preocuparte por mÃ.
El hombre titubeó frente a la entrada del garaje.
âNo tiene sentido querer tener un pendiente suelto.
âNo, ¿verdad?
âY no es de oro ni por asomo. Es una baratija. Lo mandé valorar. Solo está bañado en oro.
â¿Quieres decir que pagaste demasiado por él? âpreguntó Erlendur.
âNo ârespondió el hombreâ. En realidad, no. Solo digo que tiene tan poco valor que⦠que⦠te lo puedes quedar si quieres.
El hombre pronunció esto último mirando hacia la puerta del garaje. Erlendur sabÃa que estaba intentando jugar sus cartas lo mejor posible, pero era consciente de que tenÃa todas las de perder.
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