Nadie se acordará de ella by Kat Rosenfield

Nadie se acordará de ella by Kat Rosenfield

autor:Kat Rosenfield [Rosenfield, Kat]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-12T00:00:00+00:00


Capítulo 17

LA CIUDAD

22:30 h

Bird llevaba constancia de su avance hacia el sur gracias a la retransmisión radiofónica del partido de los Red Sox; el rugido de la multitud en el Yankee Stadium daba paso a las interferencias cuando cruzaba de un condado a otro, después de un estado a otro. Incluso aunque el GPS no le hubiera dicho que ya estaba cerca, lo habría sabido por la voz de Joe Castiglione, que sonaba fuerte en el dial de la WEEI de Boston a medida que se acercaba a los confines de la ciudad. Estaban en la séptima entrada y los Red Sox llevaban una ventaja de tres carreras cuando entró en la calle residencial y tranquila de Beacon Hill donde vivían Ethan y Adrienne Richards. Había un coche patrulla de la policía de Boston aparcado debajo de un árbol en el lado de los pares, y Bird maldijo para sus adentros; si los Richards estaban en casa y eran un poco observadores, ya se habrían dado cuenta de que los estaban vigilando. Aparcó su coche varios huecos por delante del coche patrulla azul y blanco, salió y regresó andando con la placa en la mano para golpear la ventanilla del copiloto del otro policía. Justo al bajarse la ventanilla oyó el sonido de un bate al golpear: a trescientos kilómetros de distancia, Xander Bogaerts hizo un ground out, eliminando al corredor que podría haber aumentado la ventaja de Boston hasta unas holgadas cuatro carreras.

—Buenas noches, agente —dijo Bird.

—Murray —respondió el hombre del coche tendiéndole la mano derecha.

—Ian Bird. Gracias por aguantar aquí.

—Sin problema —dijo Murray mirando su reloj—. Ha tardado poco.

—¿Ha ocurrido algo ahí dentro? —preguntó Bird.

—Está todo tranquilo. La mujer sigue levantada, la he visto pasar por delante de la ventana varias veces.

—¿Hay alguien más?

—¿Por ejemplo un oriundo de Maine de metro ochenta, con barba, una escopeta y cojera? —bromeó Murray con una sonrisa—. No, no hay rastro del sospechoso. Han pasado un par de personas por delante con sus perros. La mujer del diecisiete tuvo una visita, un repartidor de comida. Fue hace un par de horas. Parecía japonés.

—¿El tipo o el restaurante? —preguntó Bird, y Murray sonrió de nuevo.

—Ambos. Cena para uno, a juzgar por el tamaño de la bolsa. Estas tías ricas comen como putos pajaritos —comentó con un marcado acento para ilustrar sus palabras. Bird contuvo una carcajada.

—Entendido, gracias. ¿Algo más?

—Di una vuelta a la manzana cuando llegué, vi la parte posterior de la casa. Todo parece en orden. ¿Sabe cómo funcionan estos barrios? Hay un callejón detrás de las casas con acceso trasero. El diecisiete tiene un pequeño patio en la parte de atrás y lo usan para aparcar sus coches. He oído que andan buscando un Mercedes.

—GLE —aclaró Bird con un gesto afirmativo.

—Qué coche más ridículo —dijo Murray con una carcajada, y a Bird volvió a llamarle la atención su acento—. Algunos propietarios utilizan un aparcamiento con aparcacoches que hay al final de la calle, pero en la parte de atrás estos tienen un Lexus y al lado un hueco vacío.



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