Mujeres y violencias by Mujeres y violencias

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autor:Mujeres y violencias
La lengua: spa
Format: epub
Tags: mujeres, mujer, víctimas, discriminación, discriminación sexual, organizaciones familiares, América Latina, niña, niñas, niños, violencia contra las mujeres, familia, embarazo, violencia familiar, delitos, obediencia, sometimiento de la mujer, deseo, patriarcado, maltrato, violencia de género, género y violencia, desigualdad de género, golpeadores, feminicidio, femicidio, feminicidas, trata de personas, violación, violaciones, denuncias, adolescentes violadas, acoso sexual, abuso, sexo, sexualidad, movimientos feministas, feminismo, movimientos de mujeres, organizaciones barriales, identidad de género, mujeres carceleras, sociedad, cultura, sociología, psicoanálisis, psiquiatría, profesionales, salud, género, derechos humanos, políticas públicas, ciudadanía, violencia de género, prostitución, justicia, juez, jueces, sentencias, atención a las víctimas, sociología, psicología, historia, educación
editor: Noveduc
publicado: 2019-05-30T00:00:00+00:00


CAPÍTULO

21

La amenaza como promesa de feminicidio

La amenaza como pródromo de aquello que más tarde se concretará con la muerte de la mujer constituye un anuncio que se recorta como advertencia en innumerables casos que la crónica policial devela. Ya sea porque la mujer sobrevive algunas horas y puede contarlo, o porque los vecinos o familiares escucharon las palabras del agresor y las narran después de cometido el homicidio. Generar un clima tóxico impregnado por la palabra “matar” aplicada en tiempo verbal futuro (“Te voy a matar”) es un sello identitario que pervive en determinados circuitos de amenazas y golpes.

La crueldad de los varones violentos constituye una de las fuentes del patriarcado. Dicho patriarcado se torna necesario para los varones (no todos, pero en multitudes) como pertenencia a una iglesia cuyas canonjías diseminadas en privilegios necesitan, como soporte político, de sus fantasías grandiosas y de sus actividades dominantes sobre la vida y la muerte. Las mujeres no formamos parte de esa iglesia, tenemos nuestras propias catedrales (Giberti, 2016).

Cuando llegamos al feminicidio –exceptuando el imprevisto brote psicótico– se supone que “algo” debe haber sucedido antes, que existe una relación previa entre el homicida y su víctima. Freud (1913) afirma que “Primero viene el deseo de matar, solo después aparecen sus razones (legitimaciones)”. Lacan lo sostiene de otro modo, al aseverar que el deseo del sujeto precede al objeto del deseo. Por lo tanto, no es el objeto lo que hace al deseo sino el deseo al objeto. Poder matar a quien ejerce o representa (real, imaginaria o simbólicamente) al poder; la mujer como el cuerpo del poder; el poder de una otra.

Según Freud (ob. cit.), ese deseo sería ajeno a “nuestra naturaleza” y provendría de un proceso cultural y social destinado a lograr poder en oposición a otros poderes. El macho de la horda totémica, territorio del deseo de matar (de donde procede) no se ha desvanecido y continúa siendo parte de la historia de la humanidad, dada su ambición de instituirse como el propietario final y definitivo de determinada hembra (requerida como objeto).

¿Existirá alguna posibilidad de prever, de anticipar un feminicidio? Veamos la experiencia en terreno, es decir, tomemos contacto con aquellas que son amenazadas de muerte en “la intimidad del hogar”. Encontramos una posibilidad merced al trabajo que realizamos desde el año 2006 en el Programa Las Víctimas contra las Violencias, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, mediante los Equipos Móviles de Violencia Familiar. Los mismos están entrenados para intervenir en terreno, en urgencias y emergencias.

La víctima o un oficial de la comisaria a la cual la misma ha concurrido llama por teléfono al número 137 (las 24 horas de los 365 días del año) y solicita ayuda. Una vez en el domicilio de la víctima, el Equipo permanece allí con ella durante horas informándola de sus derechos; la trasladan luego a la oficina de la Corte Suprema para el sorteo de un juzgado y después la acompañan hasta la casa de un familiar o amigo.



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