Mujer que sabe latín… by Rosario Castellanos

Mujer que sabe latín… by Rosario Castellanos

autor:Rosario Castellanos [Castellanos, Rosario]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 1973-04-14T16:00:00+00:00


El catolicismo precoz de MARY McCARTHY

EL EVANGELIO aconseja que nos hagamos como niños si queremos entrar en el reino de los cielos. Esto es, que nos despojemos de la malicia de quienes ya han probado el fruto del árbol del Bien y del Mal; que recuperemos esa condición de vacío y disponibilidad que teníamos antes de cargarnos con esas «pesadas cadenas» que nos imponen la codicia, la ambición, la rutina. Que seamos, otra vez, espacio abierto y libre en el que el espíritu no se vea impedido de soplar, si quiere y como quiera.

Pero quizá hacerse como niño sea más fácil y más provechoso que ser niño, si juzgamos por los testimonios que nos ofrecen los pediatras cuando nos enumeran los fenómenos físicos de adaptación al medio, proceso difícil que se cumple en los primeros años de la vida; las técnicas que usan los pedagogos para que el tránsito de esta etapa de desvalimiento a otra de posesión de recursos propios se cumpla con la mayor celeridad y perfección posibles; los casos clínicos espeluznantes que estudian los psicoanalistas; las autobiografías de quienes llegaron a ser, a pesar de sus arduos inicios, personalidades célebres; y ¿por qué no?, nuestros propios recuerdos.

El niño, si lo contemplamos directamente sin las galas y adornos de una imaginación idealizadora, es una equivocación de la naturaleza, que no provee a su criatura de los órganos indispensables para sobrevivir, para desarrollarse en un mundo que se ha hecho a la medida de los adultos y que, desde luego, satisface las necesidades de ellos, permite su expansión y coadyuva a su plenitud… aunque sea a costa de la existencia de otras especies menos resistentes o peor dotadas.

La diferencia entre un niño y un hombre es cualitativa, pero la educación ignora este hecho y proporciona al niño las mismas sustancias que alimentan el espíritu del adulto, sólo que en dosis menores. Pese a todo, lo que es propio de la infancia trata de manifestarse al través de los cauces inadecuados de los que dispone. Es así como se produce una extensa gama de objetos que oscilan desde la simple extravagancia hasta la más grave teratología.

En este nivel los términos infancia y religión aparecen más que como complementarios, como incompatibles y aun como contradictorios. Porque el niño, amorfo aún, está sujeto ya a un rígido molde, y porque la religión es aquí dogma, catálogo ceremonial, iglesia constituida, norma de conducta. Ambos han perdido su espontaneidad, su inventiva, su fluidez. Ambos han sido despojados de algo que les es esencial para ser auténticos: de la gracia.

Esta vivencia des-graciada la capta con agudeza singular Mary McCarthy en sus Memories of a Catholic Girlhood, en las que casi se contempla a sí misma en el pasado como si fuera un personaje de Dickens al que no le falta ni la orfandad ni los tutores crueles ni el rescate oportuno ni la apoteosis final.

Lo que a Dickens se le olvida añadir en sus historias —tan solicitadas por los problemas inmediatos: comer, guarecerse de la



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