Muchas felicidades by unknow

Muchas felicidades by unknow

autor:unknow
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2013-12-31T16:00:00+00:00


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Una felicidad en sentido absoluto, como un estado que una vez alcanzado se prolonga indefinidamente y que sólo depende de nosotros alcanzarlo, que es lo que hoy en día parece que se defiende como meta de la vida, era casi una grosería para un griego. Una temeridad que no podía ni llegar a creerse, algo como estructurar la vida convencido de que en un momento nos vamos a ganar la lotería, y que, por tanto, no importa demasiado ir pidiendo créditos al banco y prestado a los amigos, porque lo podremos devolver en un futuro no demasiado lejano. Lo cual, por cierto, nos podría llevar a interesantes consideraciones sobre la crisis económica que aún padecemos en este país…

Los griegos, que podían ser unos hedonistas cuando se lo proponían, que animaban a que aprovechásemos el momento con esa expresión tan famosa que los latinos tradujeron como carpe diem, sabían muy bien que aun en el caso de que los dioses (o la suerte) nos concedieran un estado de plenitud tan completa que uno ya no quisiese más, también íbamos a fastidiarnos tarde o temprano, porque ese momento no puede durar sin límites. Todo tiene límites en este mundo: antes o después la adversidad y siempre —demasiado pronto a nuestro juicio, salvo en el caso de la Sibila— la muerte.

Como criaturas temporales, dejamos una hora para entrar en otra, un día para adentrarnos en otro distinto, que vendrá cargado de cosas nuevas, de manera que no podemos retener los estados de ayer, ni buenos ni malos.

Y como criaturas vulnerables que somos, todavía peor para la felicidad perdurable, porque todo cuanto queremos (todo el paisaje de nuestra felicidad) podemos perderlo, y se nos arrebatará en un momento u otro. Porque nos cansaremos nosotros o se cansarán los otros, porque nos perderemos o moriremos nosotros o porque se perderán y morirán los demás, los más queridos. De manera que o somos unos inconscientes de campeonato o incluso el estado más feliz (que ya me parece una considerable utopía ambicionarlo) está envenenado por el temor a que alguien (a veces nosotros mismos) o algo hiera lo que amamos.

Los griegos sólo admitirían la felicidad humana si se diera la mano con un estado de invulnerabilidad que por principio es contrario a la naturaleza humana, a la vida mortal.

Para que la idea de felicidad prenda se necesita que alguien nos «venda» una vida invulnerable. Ésta es la operación que hace el cristianismo: nos promete una vida donde seremos invulnerables. Una vida que lógicamente no puede pertenecer a este mundo, caracterizado precisamente por lo contrario: la vulnerabilidad y los estados precarios.

Los griegos y los romanos ya concebían la posibilidad de que el alma se trasladase a otro mundo, pero lo imaginaban como un destino deleznable y triste, una verdadera porquería, un sitio pálido, poblado de sombras, mucho peor que el mundo resplandeciente de los deseos y la respiración, que, por problemático que sea, es el nuestro y puede ser emocionante. Así se lo explica el espíritu glorioso y



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