Mi marido y yo by Ingrid Seward

Mi marido y yo by Ingrid Seward

autor:Ingrid Seward [Seward, Ingrid]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 9

Ver crecer a la familia

En noviembre de 1972, la reina y el duque de Edimburgo celebraron sus bodas de plata. En un discurso ofrecido en el Guildhall de Londres, la reina pronunció esas palabras que ya son parte del Diccionario de Citas de Oxford: «Creo que todo el mundo reconocerá que sobre todo hoy, entre todos los días, debo empezar mi discurso diciendo: “Mi marido y yo”».

Y continuó: «Un matrimonio comienza uniendo a un hombre y una mujer, pero esta relación entre dos personas, por profunda que sea en ese momento, debe desarrollarse y madurar con los años… Cuando al obispo le preguntaron qué pensaba del pecado, respondió con sencilla convicción que estaba en contra. Si a mí me preguntaran hoy qué pienso de la vida familiar tras estos veinticinco años, podría responder con la misma sencillez y convicción. Estoy a favor».

Para la mayor parte de la gente, la familia es lo más importante de su vida. Es lo que los mantiene unidos y lo que mantiene unida la civilización. La vida gira en torno a acontecimientos familiares relevantes —educación, carrera profesional, matrimonio, hijos, nietos—. La vida familiar también es el pilar central de la monarquía, como bien explicó el príncipe Felipe: «Si uno tiene una monarquía, ha de tener una familia real y esta ha de mostrarse en público».

Pero como el primero, y después todos salvo uno, de los matrimonios de los hijos de la reina y el príncipe Felipe acabaron mal, los métodos con los que habían sido educados parecieron ser un entrenamiento lamentablemente inadecuado para gestionar las exigencias y presiones de la época moderna.

El fallido matrimonio de la princesa Margarita con el fotógrafo y vividor Tony Armstrong-Jones en 1960 sentó un precedente. Después de numerosas disputas, líos y dos niños, se divorciaron en 1978; era el primer divorcio en la familia real desde que Enrique VIII se había separado de Ana de Cléveris en 1540.

Los divorcios de los hijos de la reina no se debieron a que estos no crecieran en una familia unida y cariñosa. A pesar de las exigencias del cargo que ostentaban sus padres, siempre compartieron momentos familiares —Navidades en Sandringham, vacaciones en Balmoral y Windsor—, pero en gran medida se les dejaba que se las arreglaran solos o quedaban al cuidado de otras personas para que los formaran y educaran. Sus oportunidades profesionales eran limitadas, y las de algunos de ellos incluso estaban planeadas de antemano. O bien entraban en las fuerzas armadas, o bien hacían labores benéficas, o, en la mayoría de los casos, ambas cosas.

Los negocios nunca han sido una salida profesional para la familia real más inmediata, ya que, les guste o no, sus miembros nacen automáticamente separados del resto del mundo dado su patrimonio. Un príncipe o princesa de la familia real ha de actuar como tal y no debe explotar su posición para obtener beneficios económicos, distinción que le ha causado al príncipe Andrés algunos inconvenientes. En los miembros de mayor importancia de la familia, el aislamiento



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