Memorias del Sahara by Maricel Gallina

Memorias del Sahara by Maricel Gallina

autor:Maricel Gallina
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788415404767
editor: Noubooks
publicado: 2018-07-30T14:39:52+00:00


CAPÍTULO 26

LAYLA

La mayoría de los pacientes eran mujeres y niños. Ella entró muy seria. Llevaba una capa tejida sobre sus hombros. Nunca había visto en el mercado ese tipo de tejido. '¡Qué linda manta! —le dije—. ¿Dónde la compraste?'. 'No la compré —me respondió—. Alguien me la trajo desde Túnez'. '¡Qué hermosa! —insistí—. Cuando contactes con esa persona pídele una para mí', le encargué.

Aquí es normal pedir algo que el otro tiene. A mí me costó muchos meses comenzar a decirlo. La mayoría de las veces ellos se quitaban lo que llevaban puesto para regalármelo solo porque yo había dicho que me gustaba. Nunca acostumbro a pedir cosas. Tampoco sé por qué lo hice ese día. Quizá para ver qué decía ella; se la veía tímida y con personas así busco hacer chistes para demostrar confianza.

Su respuesta me sorprendió enormemente: 'No solo te voy a regalar una como esta, sino que te voy a regalar una melhfa y voy a invitarte a mi casa a comer este viernes'. '¡Qué bueno! —le dije—. ¡Me encantaría!'. Me pidió el número de teléfono insistentemente para llamarme antes del día que ella misma fijó en ese momento. Se lo di con gusto y ella me pasó el suyo. Puse en sus manos el remedio que necesitaba y se fue. Yo estaba contenta por haber hecho una amiga nueva. Su nombre era Layla, que significa 'noche'. Quizá el día de su nacimiento alguien presagió que iba a nacer esa misma noche y así fue. De ahí que le pusieran Layla. Cada vez estoy más convencida de que del primer encuentro depende la perduración de la relación.

Ese viernes oré mucho por ella antes de salir. Le pedí al Señor que me diera la oportunidad de ver la necesidad de su corazón. Estaba expectante, como cada vez que alguien me invitaba a su casa. Quizá era porque yo sabía que después de esto vendría más tiempo compartido con esa persona y más oraciones. Para tener amigos hay que organizarse bien y preparar muchas cosas. Sabía a qué me enfrentaba cada vez que una relación nacía. No era del todo fácil. Era una inversión de mi tiempo, de mis cosas, de mi familia y sobre todo de mi corazón. Pero estaba dispuesta a hacerlo, confiando en que cada situación contribuía a una siembra eterna.

Layla vino a buscarme al lugar que habíamos fijado acompañada de su hija de cuatro años, Eserin. Tenía otra niña de tres meses, Emel, que significa esperanza. Su casa era humilde, de clase media como el resto del barrio: suelo de tierra, tres cuartos, cocina y un baño con la puerta caída. Todos nos recibieron muy alegres.

Me sirvieron todo tipo de bebidas y muchas rondas de té. Ella no pudo estar mucho tiempo sentada. Se pasó todo el rato sirviendo, trayendo platos y preparando otros. La casa se llenó de mujeres ese día. Algunas amigas de Layla también habían ido al dispensario alguna vez. Se enteraron de que me había invitado y también estaban presentes.



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