Mar de tesoros by Nora Roberts

Mar de tesoros by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Roberts, Nora]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1986-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 8

Kate dormía profundamente cuando Ky despertó. Ky notó que había un asomo de color en sus mejillas y decidió asegurarse de que permanecía allí. Acarició su pelo suavemente, pero con gesto posesivo. Su piel estaba fresca y seca, y su respiración era suave, pero firme.

Lo que Kate le había dado la noche anterior, se lo había ofrecido con completa libertad, sin sombras del pasado, sin el regusto amargo del arrepentimiento. Ky se propuso que siguiera siendo así.

No, no iba a permitir que Kate volviera a alejarse de él. Ni un ápice. La había perdido cuatro años antes, o quizá no la había tenido nunca, al menos como él creía, como había dado por sentado. Pero esta vez, decidió, sería distinto. Necesitaba, a su modo, cuidar de ella. Su fragilidad se lo exigía. En otro sentido, necesitaba una compañera en igualdad de condiciones. Y eso era lo que le ofrecía la fortaleza de Kate. Por razones que no entendía del todo, Kate era justamente lo que siempre había querido.

Su torpeza, su arrogancia, su inexperiencia, o quizás una mezcla de las tres cosas, habían hecho que la perdiera una vez. Ahora que tenía otra oportunidad, iba a asegurarse de que su relación funcionaba. Con un poco más de tiempo, descubriría cómo hacerlo.

Se levantó, se vistió a la luz tenue del dormitorio y la dejó durmiendo.

Al despertar poco a poco, Kate se resistió a emerger del sencillo placer del sueño. La habitación estaba en penumbra y su mente nublada por el sueño y la fantasía. El pálpito que sentía en la pierna fue una sorpresa. ¿Cómo podía haber dolor cuando todo era tan perfecto? Con un suspiro, alargó el brazo hacia Ky y encontró la cama vacía.

La neblina se disipó inmediatamente, y con ella todo rastro de sueño y de ilusiones. Kate se sentó y aunque al moverse notó un pinchazo en la pierna, se quedó mirando el espacio vacío que había a su lado.

¿Había sido aquello un sueño?, se preguntó. Estiró el brazo, indecisa, y notó que las sábanas estaban frías. ¿Había sido todo una fantasía provocada por el aturdimiento y la medicación? Insegura, temblorosa, se apartó el pelo de la cara. ¿Era posible que lo hubiera imaginado todo: la ternura, la delicadeza, la pasión?

Había sentido la necesidad de estar con Ky. Eso no había sido un sueño. Incluso en ese momento sentía en el estómago la sorda desazón que provocaba el deseo. ¿Había imaginado toda aquella conmovedora y extraña belleza durante la noche? A su lado, la cama estaba vacía, las sábanas frescas. Estaba sola.

El placer de su despertar se disipó, dejándola vacía, y de pronto se alegró de sentir dolor, porque el dolor era su único asidero. Sentía ganas de llorar, pero descubrió que ni siquiera para eso tenía fuerzas.

—Así que estás despierta.

La voz de Ky la hizo girar bruscamente la cabeza. Tenía los nervios a flor de piel. Él entró en la habitación con una bandeja en las manos y una sonrisa despreocupada.

—Así que no tengo que despertarte



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