Mao by Philip Short
autor:Philip Short [Short, Philip]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1999-01-01T05:00:00+00:00
Cien leguas cubiertas de hielo,
mil leguas de remolinos de nieve…
Los montes danzan como serpientes de plata,
las laderas se revuelven como elefantes de cera blanca
desafiando los cielos.[145]
Mao pasaba después a dedicar sus pensamientos a los dirigentes chinos de la antigüedad que habían contemplado antes que él ese mismo escenario; los emperadores que fundaron las dinastías de los Qin, los Han, los Tang y los Song; y Gengis Kan, el mongol. Todos habían triunfado, escribió, pero todos habían sido derrotados. «Debemos buscar en nuestra época», declaró Mao, «para encontrar auténticos héroes».
La comparación era sobrecogedora.
En una época en que el Ejército Rojo podía reunir apenas unos millares de hombres pobremente armados, Mao se veía a sí mismo como la figura fundadora de una nueva era comunista, preparado para asumir el cetro de la grandeza heredada del pasado imperial.
De este modo, desde finales de la Larga Marcha, Mao era proclive a la idea de que él era un hombre extraordinario, destinado a interpretar un papel excepcional. Sólo faltaba dar un pequeño paso, tan pronto como la situación madurase, para iniciar un rendido culto al líder.
En junio de 1937, el nuevo semanario del Partido Comunista Chino, Jiefang (Liberación), publicó por vez primera su imagen. Se trataba de una talla de madera, con el rostro de Mao iluminado por los rayos del sol, un motivo tradicionalmente asociado en China con el culto al emperador. Seis meses después apareció impresa en Shanghai la primera recopilación de sus escritos.[146] En verano de 1938 se superó un nuevo hito cuando el fiel acólito de Mao, Lin Biao, escribió sobre su «liderazgo genial», una frase de la que se realizó un uso tan abusivo durante los últimos años de vida de Mao que incluso él mismo acabó aborreciéndola.[147]
Al mismo tiempo, las relaciones de Mao con los que le rodeaban experimentaron un cambio sutil.
Los visitantes occidentales de los primeros tiempos de Yan’an se habían sentido fascinados por la naturalidad del lugar. Mao aparecía sin previo aviso para unírseles durante la cena o en medio de una partida de cartas. «Allí desarrollaba», escribió el consejero del Comintern, Otto Braun, «lo que se podría casi denominar una vida social»[148]. Se celebraban bailes los sábados por la noche, que Mao —a pesar de que Agnes Smedley comentó que no poseía «ritmo»—[149] paladeaba con fruición por las oportunidades que le proporcionaban para cultivar las compañías femeninas. El comunista norteamericano Sidney Rittenberg recordaba una ocasión en que llegó tarde, al anochecer:
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