Los vigilantes del faro by Camilla Läckberg

Los vigilantes del faro by Camilla Läckberg

autor:Camilla Läckberg [Läckberg, Camilla]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T05:00:00+00:00


Fjällbacka, 1871

El pastor era alto y corpulento y aceptó agradecido la mano que Karl le ofrecía para ayudarle a subir al embarcadero. Emelie se inclinó tímidamente. Nunca había ido al oficio en el pueblo, y ahora se sonrojaba temiendo que el pastor creyese que se debía a su falta de voluntad y de fe en Dios.

—Vaya, esto está aislado, pero es hermoso —dijo el pastor—. Tengo entendido que aquí vive alguien más, ¿no?

—Julián —dijo Karl—. Está atendiendo el faro. Pero puedo mandarlo venir, si usted quiere.

—Sí, gracias, que venga también. —El pastor se encaminó hacia la casa sin que nadie lo hubiera invitado—. Ya que he venido, me gustaría conocer a todos los habitantes de la isla. —Soltó una risotada y abrió la puerta y dejó pasar a Emelie, mientras que Karl se dirigía al faro.

»Tenéis una casa muy bonita, y muy limpia —dijo el pastor contemplando la sala.

—No hay en esta humilde morada mucho que enseñar… —Emelie se sorprendió escondiendo las manos en el delantal. Tenían un aspecto horrible de tanto fregar con el agua y el jabón, pero no podía ocultar que la complacían las palabras de elogio del pastor.

—No hay que despreciar lo sencillo. Y por lo que estoy viendo, Karl puede considerarse afortunado por tener una mujer tan hacendosa. —Se sentó en el banco de la cocina.

Emelie se sintió tan turbada que no sabía qué responder, y se volvió para servir el café.

—Espero que le apetezca un café. —Hizo memoria por si tenía algo que ofrecer con el café, pero no había más que los panecillos caseros que hacía, y con ellos tendría que conformarse el pastor, ya que se había presentado de forma tan inesperada.

—Nunca digo que no a un café —aceptó el pastor sonriendo.

Emelie empezaba a sentirse menos tensa. No parecía uno de esos pastores severos como Berg, el de su antigua iglesia. La sola idea de tener que sentarse a la misma mesa que él la hacía temblar de pies a cabeza.

Se abrió la puerta y apareció Karl. Inmediatamente después vino Julián, con una expresión de alerta en el semblante y evitando la mirada del pastor.

—Así que este es Julián, ¿no? —El pastor seguía sonriendo, pero Julián asintió sin más y le estrechó con desgana la mano que le tendía. Karl y Julián se sentaron enfrente del pastor, mientras que Emelie ponía la mesa.

—Me figuro que procura usted que su esposa no trabaje demasiado, ahora que está en estado de buena esperanza, ¿verdad? Y sabe mantener la casa limpia. Estará usted muy orgulloso.

Karl no respondió al principio, pero luego dijo:

—Sí, Emelie es hacendosa.

—Bueno, bueno, siéntese —dijo dando una palmadita en el asiento de al lado.

Emelie le hizo caso, pero no podía dejar de mirar la sotana negra y el alzacuello blanco. Nunca había estado tan cerca de un pastor. Sentarse a charlar tomando café habría sido impensable para el viejo Berg. Emelie sirvió el café con las manos temblándole de miedo. Finalmente, llenó también su taza.

—¿Y qué lo trae por aquí, tan lejos como estamos? —preguntó Karl, sin añadir nada más.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.