Los hombres de Texas no hablan de amor by Olivia Ardey

Los hombres de Texas no hablan de amor by Olivia Ardey

autor:Olivia Ardey [Ardey, Olivia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-16T16:00:00+00:00


11

Jasper la vio llegar cuando él regresaba. Era tarde, su madre lo había avisado por teléfono para decirle que le había guardado la cena en el frigorífico y que se la calentara él cuando llegara. Sam llevaba unos pantalones cortos y chanclas de playa. Cada diez pasos, más o menos, se levantaba sobre las puntas de los pies varias veces seguidas.

—No son horas de hacer gimnasia, al menos aquí los gimnasios no abren veinticuatro horas como en la ciudad. Tenéis costumbres muy raras.

—Se me hinchan los tobillos de estar tantas horas sentada delante del ordenador. Siempre me pasa.

Jasper le observó los pies. En efecto, los tenía abotargados.

—Lo que necesitas es un paseo y meterlos en agua fría. Ven conmigo.

—No has cenado.

—Más tarde tomaré cualquier cosa.

Pasearon rodeando la casa, por el sendero que conducía al lago.

—Cuéntame, ¿cómo va tu novela?

—Todavía no es una novela. Ni mucho menos —explicó con una mueca de vergüenza—. He pasado a limpio la última conversación que grabamos. Cuando tu abuelo dejó la escuela de Sour Lake y vino a Liberty a ejercer como maestro.

Jasper caminaba con las manos en los bolsillos, se levantó el ala del sombrero y miró al cielo.

—No sé si te ha contado que en aquella época lo criticaban. Lo tachaban de calzonazos por no trabajar con las manos.

—Cuántos prejuicios idiotas tenían entonces.

—Y cuántos quedan. Siempre le he oído decir que sus herramientas eran la tiza y el lapicero. Así se lo explicaba a sus alumnos, para animarlos a continuar sus estudios. Había muchos que valían para estudiar y sus padres no querían oír hablar del asunto, los querían en los ranchos y en las granjas.

—¿Qué tiene de malo trabajar en el campo?

—Si lo eliges porque te gusta, es la mejor vida que existe. Si lo detestas y te obligan, es un infierno.

—Tú eres de los primeros.

Jasper sonrió orgulloso.

—Lo soy. Me siento muy afortunado de trabajar en lo que más me apasiona. Aunque tampoco tenía muchas opciones, fui un estudiante pésimo. De los de la última fila, no valíamos ni para calentar la silla.

—No digas eso.

—Es la verdad, no fui ni soy un portento. Me despistaba con el vuelo de una mosca. Y recibí collejas y cachetes a montones, la escuela no era como ahora. Siempre castigado —contaba con pesar—. ¿Qué iba a hacer si me aburría en clase y no podía seguir el ritmo de los demás? Repetí dos cursos. Yo creo que me graduaron en el instituto por lástima.

—Eso tiene un nombre, ¿sabes?

—Sí, inepto —se adelantó—. Cuando mi abuelo dejó la escuela de Sour Lake, muchos lamentaron su marcha. Porque fue el único maestro que se ganó el respeto de sus alumnos sin meterles miedo. Ojalá yo hubiera tenido un profesor como él.

Habían llegado al lago. Jasper se quitó las botas y se sentó en el pantalán de madera, con las piernas colgando. Sam dejó a un lado las chanclas y se sentó a su lado. Chapoteó en el agua fría, una delicia para sus pies.

—Escúchame, Jasper, y grábate esto en la cabeza.



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