Los del 9 by Felicity Everett

Los del 9 by Felicity Everett

autor:Felicity Everett
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2018-05-10T11:38:22+00:00


15

La fiesta posterior al preestreno no estaba mal, pero Sara apenas llevaba una hora allí cuando se dio cuenta de que no se sentía nada bien. Lou, envuelta en una nube de perfume, la había recibido en el club con un beso y se había mostrado complacida al saber que Cuco le había parecido una obra increíblemente conmovedora, pero entonces había llegado un hombre con perilla cuya opinión parecía importarle un poco más que la suya, así que ella había optado por alejarse porque tenía la impresión de que sobraba.

Mientras Neil se abría paso hasta la barra, ella se quedó parada junto a la puerta de los baños y se limitó a contemplar la escena que tenía ante sí. La decoración era un irónico pastiche del tradicional club de caballeros con irregulares tablas de madera en el suelo, sillones con botones en el respaldo y lámparas de lectura que contrastaban con obras de arte de una modernidad lacerante y una música ambiental que habría causado apoplejía en el club Drones. El lugar estaba muy lleno y era obvio que allí había gente que no había asistido al preestreno, pero, dado que todo el mundo tenía la misma pinta estridentemente inconformista, era imposible saber quién era un invitado de Lou y Gavin y quién un miembro del club sin más. Eso hacía a su vez que la idea de intentar relacionarse y charlar se le hiciera aún más cuesta arriba, así que decidió que solo iba a intentar entablar conversación con alguien que le resultara conocido. Al ver que una mujer que había estado en la fiesta de inauguración de la casa de Lou y Gavin iba directa hacia ella, se preparó con una sonrisa, pero dicha sonrisa se marchitó al instante cuando la mujer pasó junto a ella sin prestarle ni la más mínima atención y entró en el baño. Neil le llevó la bebida que ella le había pedido, pero se marchó de nuevo para llevarle a Lou una copa de champán a modo de felicitación. Estar allí parada hizo que empezaran a dolerle los pies y comenzó a hartarse de soportar las bocanadas de aire que salían de los baños, así que se abrió paso entre el gentío hasta llegar a una salita trasera donde se sentó muy dignamente en un sofá Chesterfield, junto a una mujer bastante mayor que llevaba los labios pintados de color magenta y unas gafas que le daban aspecto de búho. Allí hacía bastante calor, notó que el labio superior se le perlaba de sudor. Se quitó un zapato y se frotó el talón con disimulo.

—¿Le ha gustado la première? —le preguntó la mujer, con un áspero acento norteamericano.

—¿Se refiere a Cuco? —dijo, sorprendida—. ¡Sí, muchísimo! ¡Me ha encantado!

La mujer frunció aquellos labios de color magenta, asintió con aires de gran entendida y cerró los ojos. Ella esperó a que volviera a abrirlos y se dignara a honrarla con alguna aguda crítica elaborada con fina precisión, pero se percató al cabo de un momento de que se había quedado dormida.



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