Los Días Felices (AdN) by Benito Olmo

Los Días Felices (AdN) by Benito Olmo

autor:Benito Olmo [Benito Olmo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, Mystery & Detective, General
ISBN: 9788411481618
Google: xTW0EAAAQBAJ
editor: Alianza Editorial
publicado: 2023-05-10T22:00:00+00:00


Frontera

Cuando aquel mastodonte reparó en ella, Ayla notó que su estómago se solidificaba con una contracción nerviosa. Definir como humano aquel rostro era ser condenadamente optimista. Lucía una expresión terrorífica, empeorada por una dentadura desastrosa de la que en aquel momento colgaban varios hilos de baba en dirección a su pecho.

El monstruo parpadeó varias veces, como si no terminara de creer lo que estaba viendo. Una vez superada la indecisión, se incorporó.

Era gigantesco, casi un titán. Cuando terminó de levantarse, su cabeza tan solo distaba unos centímetros del techo.

Se subió los pantalones, pero no lo suficientemente rápido como para que Ayla no reparase en aquella especie de trompa que sobresalía de entre sus piernas. Era incongruente, del tamaño del brazo de un hombre adulto y culminada en una especie de muñón de color violáceo.

No permitió que la visión de aquel descomunal miembro la distrajese. Aferró con más fuerza la navaja y se preparó para el ataque.

Cuando el desconocido se lanzó a por ella, lo estaba esperando.

Adelantó una mano para agarrarla, pero Ayla le asestó una cuchillada que le alcanzó en los dedos y le hizo retirarlos con rapidez. Quiso acuchillarlo por segunda vez, pero este reaccionó mucho más rápido de lo que esperaba y le propinó un mazazo con el otro brazo que la pilló desprevenida y la hizo volar varios metros.

Ayla había encajado muchos golpes en su vida, pero ninguno como aquel. Fue demoledor, como si se hubiera puesto en el camino de un coche a toda velocidad. Perdió la navaja y trató de levantarse, pero, antes de que llegara a intentarlo, el tipo llegó hasta ella y, esta vez sí, la agarró del cuello con una de sus manazas.

La levantó sin esfuerzo y la dejó allá arriba, pegada al techo. Ayla trató en vano de retirar los dedos que aprisionaban su garganta. Pataleó con todas sus fuerzas y sus pies impactaron varias veces contra el torso y las mejillas de aquel desgraciado, que ni se inmutó. Fue como si golpeara una maldita secuoya. Intentó revolverse y maldecir, pero las fuerzas comenzaban a abandonarla.

Se estaba quedando sin aire.

Por un instante, no le pareció tan mala idea cerrar los ojos y poner rumbo a la negrura, que se le antojó cálida y acogedora. Al menos así estaría a salvo de aquel malnacido.

Antes de que llegara a hacerlo, vio a Tia aparecer por detrás de aquel gorila y subirse a su chepa. Debía de haber recogido su navaja del suelo y la utilizó para apuñalarlo varias veces, en el cuello y la espalda.

La fuerza de aquella tenaza se disipó. Ayla cayó al suelo y el aire regreso a sus pulmones de golpe. Los ojos se le llenaron de lágrimas que difuminaron los contornos de los objetos a su alrededor y un ataque de tos le impidió incorporarse.

Aun así, alcanzó a ver lo que estaba sucediendo ante ella. El gigante caminaba de un lado al otro con Tia subida a su espalda, que no dejaba de acuchillarle una y otra vez. Finalmente, este pudo agarrarla y la lanzó al otro extremo de la habitación sin apenas esfuerzo.



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