Lo que esconden las nubes oscuras by Anne Holt

Lo que esconden las nubes oscuras by Anne Holt

autor:Anne Holt [Holt, Anne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 5

Por primera vez, el calendario mostró el mes de agosto. Era lunes.

Inger Johanne había dedicado el fin de semana a trabajar en el jardín, lo cual le había recordado que deberían de mudarse a un piso. El césped era un cúmulo más o menos plano de musgo y dientes de león. El arriate de tulipanes que daba a la calle tuvo buen aspecto durante una o dos semanas a comienzos del verano. Ahora estaba repleto de plantas y flores que ella desconocía por completo, pero que no eran bonitas. El pasillo de gravilla que conducía a la puerta de entrada desde la calle estaba tan saturado de malas hierbas que consideró seriamente la decisión de asfaltarlo.

Sin embargo, le venía bien estar al aire libre haciendo algo. Algo que le recordara que el mundo no se deja detener, igual que los lupinos asentados junto a la valla hacía unos años y que en ese momento penetraban con alegría en el jardín.

No recordaba haber tenido tanto tiempo libre. Sin niños, sin trabajo y con Yngvar fuera de casa desde las ocho de la mañana hasta muy entrada la noche. Tampoco eran vacaciones de verdad, solo tiempo muerto. Había una incómoda incertidumbre en el hecho de poder hacer lo que quisiera todo el tiempo. No estaba acostumbrada a poder elegir. A cada momento se encontraba sentada en el sofá mirando al vacío sin saber muy bien qué hacer. Eran las doce menos diez y echó un vistazo a los bollos aún calientes. Ese era el único atractivo que tenían. Algo debía de haber pasado con la levadura. Quizás había caducado, cosa que no había comprobado. Lo cierto era que los bollos habían salido diminutos y duros, y habían permanecido unos minutos de más en el horno. Algunos estaban casi negros. Si el Golf estaba de buen humor, le daría tiempo de ir corriendo a la gasolinera Shell de la calle Maridal a comprar otros recientes. Examinó un bollo y lo partió por la mitad. Al menos por dentro era lo suficientemente blanquito. Comprobó que estaban casi crudos en el medio.

Sonó el timbre.

—Mierda —susurró apresurándose a tirarlos a la basura antes de abrir un armario de donde cogió un paquete de galletas que volcó en un cuenco—. ¡Voy! —exclamó—. ¡Ya voy!

Agnes Krogh había llegado unos minutos antes de lo previsto. Tendió con seriedad una mano al abrirse la puerta. Inger Johanne no reparó en ella y se inclinó hacia delante para darle un abrazo a la anciana. Permanecieron abrazadas durante un buen rato; cuando Inger Johanne se retiró, pudo ver que Agnes se esforzaba por no llorar.

—Lo sé —dijo Inger Johanne cogiéndole la mano—. Pase.

Aquella era la mujer en la que Ellen se podía haber convertido. Su cabello claro se había vuelto rubio ceniza con la edad, pero la media melena aún era frondosa. Pesaba unos kilos más que cuando era joven, lo cual le sentaba bien y proporcionaba suavidad a su rostro. Era probable que se hubiera blanqueado los dientes, pensó Inger Johanne cuando se sentaron junto a la mesa del comedor.



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