Llegará nuestro momento by Ana Castellar

Llegará nuestro momento by Ana Castellar

autor:Ana Castellar
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-03-26T14:11:17+00:00


Capítulo 20

Jaime apareció a primera hora de la mañana. Los niños subieron a ducharse y a cambiarse de ropa, mientras él les preparaba el desayuno. Jaime se había bañado al despertarse, y Víctor le había dejado ropa. Bárbara apareció en la cocina. Lo vio y le dieron ganas de gritarle que llevaba puesto y cómo podía ir en chándal, pero se controló. No era el momento de armar un escándalo por cómo vestía

—¿Quieres café? —le preguntó él—. Es descafeinado. —Siempre cuidando de ella, aunque estuviera enfadado, según pensaba Bárbara.

—Sí, gracias. —Jaime le acercó una taza sin mirarla—. ¿Te cambiarás para llevar a los niños al colegio? —Se arrepintió de sus palabras al acabar la pregunta.

—No.

—¡¡Qué dices, mamá!! Papá está muy guapo así —exclamó Nicolle, abrazando a su padre. Jaime la abrazó con más fuerza. Y le sirvió una taza de café. Ella le dio los buenos días a su madre con un gran beso fuerte y se sentó cerca de ella, acariciándole la barriga—. ¿Qué tal la noche, mamá? Papá nos dijo que necesitabas una noche de tranquilidad. Si quieres, podemos ir por la tarde al spa, para que te den masajes... Bueno, a las dos. Puedo pedir cita ahora —sugirió, buscando en su móvil las horas que les vendrían mejor.

—Me parece bien, mi amor —aceptó acariciándole el rostro.

—Yo también voy —se apuntó Didier, haciéndoles burla; siempre lo excluían de sus planes de masajes. Bárbara se levantó llorando de la silla.

—¿Qué le pasa a mamá? —preguntó Nicolle.

—El embarazo... Está más sensible. Os vendrá bien pasar tiempo juntas esta tarde.

—Mi hermanita me va a salir muy sensiblera —subrayó Nicolle.

—¿Hermanita? ¿Mamá te ha dicho algo?

—No te asustes, papá; es que quiero que sea una niña. —Nicolle se acercó a su padre y lo abrazó—. ¿Qué prefieres? ¿Otra como yo, o como ese bicho? —Jaime sonrió. Didier le hacía burla a su hermana.

—Me da igual; lo importante es...

—Que venga sano —se anticipó Nicolle—. Yo no quiero otra bestia aquí...

—No hables así de tu hermano, que no es para tanto —la interrumpió Jaime, y la abrazó por unos segundos.

Después, empezó a recoger los platos del desayuno. Jaime los dejó en el colegio con tristeza. Se sentía desorientado. No sabía qué paso dar, ni cómo seguir con su vida. Decidió pasar la mañana en su casa del pueblo. Una de las pocas cosas que tenía en claro era que no volvería a trabajar en el despacho de Faustino.

Se sentó en las escaleras de acceso a la casa, sin entrar. Solo estar allí ya le daba paz. Mentalmente, estaba haciendo una lista: buscar otro trabajo, vender el coche, vender la casa... No... ¿cómo iba a vender la casa, si era el hogar de sus hijos? Dudaba de todo. ¿Cómo podía ser que había trabajado toda la vida, y sentía que lo tenía no era suyo? Solo esa casa la sentía de su propiedad, su refugio. A los niños les gustaría, pero era incómoda para vivir mientras estaban en clases.

Buscaría un piso céntrico; primero, un trabajo. La cabeza le iba a explotar.



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