Leyendas de los indios Quichuas by Filiberto de Oliveira Cézar

Leyendas de los indios Quichuas by Filiberto de Oliveira Cézar

autor:Filiberto de Oliveira Cézar [Oliveira Cézar, Filiberto de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias sociales, Historia, Idiomas, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1892-01-01T05:00:00+00:00


Unos años más tarde, el español Centeno, hizo el descubrimiento del Potosí y las intrépidas expediciones de europeos, que conquistaban esas tierras, fueron en una ocasión sorprendidas por la vanguardia de un ejército de soldados, de tan diminuta estatura, que apenas medían la mayor parte de ellos, la mitad del alto de un hombre mediano.

Esos eran los valerosos Chulpas (hombres pequeños), que había armado y organizado en las montañas el general Rumiñagui.

El ataque fue traído á honda y á flecha, por los diminutos guerreros, y los europeos no tardaron en apercibirse de que estaban frente á un enemigo más aguerrido y valiente que todos los que hasta entonces habían tenido que combatir.

Dos días duró la encarnizada lucha á piedra en las proximidades de Cantumarca y la honda era tan bien manejada por los Chulpas, desde las alturas, que casi no quedó soldado invasor con la cabeza sana.

Venció por fin, la superioridad de las armas de fuego, que siempre ha causado en el ánimo del indio supersticioso pavor.

Rumiñagui y la mayor parte de sus soldados, se retiraron á las montañas, pero los terribles Chulpas, atajaron el paso algunos días más á los conquistadores.

Las mortíferas armas de fuego, hacían destrozos en las filas de aquellos pequeños valientes que pretendían por sí solos, estrechar y concluir al enemigo.

Las municiones del ejército expedicionario se agotaban después de cuatro días, y los sables y las lanzas entraron á jugar activamente, obligando á retirarse del campo de la acción á los grupos de Chulpas que quedaban.

La victoria fué pues de los conquistadores, y los vencidos se emparedaron en sus chozas de las montañas, tapiando las puertas con piedras y maderos, envenenándose con unas yerbas que comían y que en pocas horas producía la muerte.

Dice la tradición que al cerrarse para siempre en sus viviendas convertidas en sepulcro, decían los Chulpas que la vida no tenía más objeto para ellos, pues no habían podido restituir el trono del Inca su señor, y el Dios Sol los había abandonado.

En las proximidades de la ciudad de Potosí se puede aún comprobar la autenticidad de estos suicidios voluntarios; se encuentran allí los vestigios de las chozas de los guerreros enanos y en su interior existen los diminutos cuerpos momificados de los últimos representantes de aquella raza, que apesar de su pequeña estatura y de su pobreza de ideas, fue una de las que más lucharon por la restauración del Imperio de los hijos del Sol.



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