La vida perfecta by Peto Menahem

La vida perfecta by Peto Menahem

autor:Peto Menahem [Menahem, Peto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2018-05-01T00:00:00+00:00


21

Lo primero que recuerdo es una especie de ráfaga, casi una foto movida, como mal sacada: mucha gente alrededor, algunos que me sujetan manos y brazos con fuerza, otros las piernas; yo que me sacudo y me retuerzo en el aire y grito; creo escuchar la voz de Ang y la manera de Levy. Y de nuevo negro.

Luz de tubo, de pronto. De la nada.

Una cara gorda, una cara que metieron a la fuerza en una cabeza más chica de lo que correspondía; una mirada perturbadora, como de preceptor que a la tarde maneja un taxi y odia los dos trabajos por igual. Alrededor, otra gente: policías, Ang y Levy.

¿Qué pasa?

—¿Ya está despierto?, —pregunta uno de los policías.

Paredes amarillitas y amarillentas, un cuadro ridículo, un escritorio.

El de la cara gorda responde que sí. Ang me mira preocupada

—Llévenlo de vuelta al penal. Ah… y gracias, Broto —dice el comisario o quien quiera que sea, mientras se llevan al de la cara loca.

—¿Vos cómo te sentís?, —me dice—. Vas a tener que firmar unos papeles y te dejamos ir. Pero la próxima te dejo adentro.

No tengo la menor idea de qué está hablando. Se da cuenta.

—¿No te acordás de nada?

Miro a Ang sin entender.

—Le pegaste —me dice un poco avergonzada.

—No le pegó: le destrozó la cara

—¿A quién?, —alcanzo a preguntar.

—Al gangoso —murmura el policía con la carpeta entre las piernas, rellenando algo.

Pienso un segundo, hago un esfuerzo; mi cerebro está frío, tarda en arrancar.

—¿Al hipnotista?

—Sí, al gangoso.

—¿Yo?

—Vamos, después te cuento.

Me levanto de la silla y me duele el cuerpo, no sé por qué.

Firmo unos papeles. El policía me aconseja hacer un curso de control de la ira. Voy recordando. Estaba hipnotizado. ¿Por qué ya no lo estoy más?

—Tuvimos que traer a otro hipnotista —cuenta el oficial—. Para sacarte del trance, ¿viste? Un quilombo. Decí que acá Troncoso se acordó que había uno en el penal de Olmos, un pelotudo que se pasó de vivo con una señora a la que se le murió la hijita. Este que se acaba de ir. Era bueno, pero le gustaba prender fuego cosas, además. Decía que lo hacía con la mente.

Estoy agotado. Me tiemblan los músculos. Ang me apura para salir, para que el manager del espectáculo que arruiné no me vea. Levy lo entretiene discutiendo; el pobre hombre no le entiende nada. Con un pie ya afuera, escucho que le grita a Levy: «¿Vos me estás boludeando, cara de Picasso?». Cara de Picasso debe ser uno de los insultos más benignos que le han dicho.

Ya en la calle me entero de lo que pasó. Uno de los trucos/jueguitos del hipnotista era preguntarle a un hipnotizado cómo se llamaba y ordenarle que cada vez que lo llamara por otro nombre, este tenía que corregirlo y enojarse. Enojarse cada vez más: esa era la gracia para que el público se riera. Me eligió a mí. Me preguntó el nombre y se lo dije. Mientras hacía sus otras morisquetas con otros hipnotizados, se acercaba cada tanto y me llamaba por otro nombre.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.