La tormenta by Robert Jordan & Brandon Sanderson

La tormenta by Robert Jordan & Brandon Sanderson

autor:Robert Jordan & Brandon Sanderson [Jordan, Robert & Sanderson, Brandon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2009-10-27T04:00:00+00:00


27

EL CASTRADO ACHISPADO

Mat no logró escabullirse del campamento sin las Aes Sedai, por supuesto. Malditas mujeres.

Cabalgaba por la antigua vía pavimentada, ahora sin que lo siguiera la Compañía. Sin embargo, iba acompañado por tres Aes Sedai, dos Guardianes, cinco soldados, Talmanes, un caballo de carga y Thom. Por lo menos Aludra, Amathera y Egeanin no se habían empeñado en ir. El grupo ya era demasiado numeroso con los que iban.

Los pinos amarillos que jalonaban la calzada olían a savia, y el aire era una melodía de llamadas de pinzones de montaña. Mat había ordenado que la Compañía se detuviera poco antes del mediodía y aún faltaban varias horas para el ocaso. Cabalgaba un poco adelantado al grupo de Aes Sedai y Guardianes; después de negarle los caballos y los fondos a Joline, esas mujeres no estaban dispuestas a permitir que les ganara otro punto, sobre todo teniendo la posibilidad de obligarlo a llevarlas al pueblo, donde al menos pasarían una noche en una posada disfrutando de lechos blandos y baños calientes.

Tampoco discutió con mucho empeño. Detestaba que se diera más a la lengua a costa de la Compañía, y las mujeres chismorreaban, incluso si eran Aes Sedai. Pero, de todos modos, no era probable que la Compañía pasara sin causar revuelo por el pueblo. Si alguna patrulla seanchan se metía por esos sinuosos caminos de montaña… En fin, la única opción que tenía él era conducir a la Compañía a un paso regular hacia el norte, punto. No servía de nada lamentarse.

Además, empezaba a sentirse bien de nuevo, cabalgando a lomos de Puntos calzada adelante, con el frío airecillo primaveral. Había tomado por costumbre ponerse una de sus chaquetas viejas, una roja con ribetes marrones, desabrochada para dejar a la vista la vieja camisa de color avellana que llevaba debajo.

De eso se trataba, de viajar por pueblos nuevos, jugar a los dados en las posadas, dar pellizcos a unas cuantas camareras… No pensaría en Tuon. Puñetera seanchan. Estaría bien, ¿verdad?

Casi sentía comezón en las manos por las ganas de lanzar los dados. Había pasado muchísimo tiempo desde que había estado sentado en un rincón en alguna parte jugando con tipos corrientes. Llevarían la cara un poco más sucia y usarían un lenguaje más zafio, pero tendrían tan buen corazón como cualquier hombre; o mejor que la mayoría de los nobles.

Talmanes cabalgaba un poco más adelante; probablemente él querría encontrar una taberna mejor, un establecimiento en el que jugar una partida de cartas en lugar de tirar los dados, pero Mat dudaba de que hubiera mucho donde elegir. Era un pueblo de buen tamaño; de hecho, más parecía una ciudad pequeña, aunque no creía probable que tuviera más de tres o cuatro posadas, así que las opciones serían limitadas.

«Un buen tamaño», pensó Mat sonriendo para sus adentros mientras se quitaba el sombrero y se rascaba la nuca. Hinderstap «sólo» tendría tres o cuatro posadas, lo cual lo convertía en una ciudad pequeña. ¡Vaya, pero si aún recordaba cuando consideraba a Baerlon



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