La tierra de las mujeres by Sandra Barneda

La tierra de las mujeres by Sandra Barneda

autor:Sandra Barneda [Barneda, Sandra]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2014-10-22T04:00:00+00:00


VII

No recordaba unos preparativos tan concienzudos como los de aquel año en La Muga. Sin hablarlo, las tres decidieron por su cuenta que aquellas Navidades debían ser especiales; ninguna mencionó la ausencia de Frederick ni de la abuela Julianne, y todas se concentraron en adaptarse a las tradiciones de esa tierra para festejar la Navidad.

—¿Tú eres creyente?

Joana no era mucho de liturgia, pero el pueblo sí y en la medianoche del día 25 todos acudían a la iglesia para la Misa del Gallo. Kate sabía que había una oración esa noche también en su país, lo sabía porque la abuela había acudido algún año a Saint Patrick; pero ni su madre ni su padre la habían acompañado. No le importaba ir a esa misa. Tenía demasiado presente la conversación que había tenido con Joana, y que le había hecho replantearse en serio su actitud y tratar de disfrutar de sus nuevos amigos: Joana y Aleix.

—¿Siempre eres así?

Iban de compras para decorar el árbol de Navidad del pueblo; todos aportaban bolas, cintas y luces para hacer del pino de la plaza principal el mejor decorado de la zona. El ayuntamiento de Perelada; el pueblo del que dependía La Muga, aportaba lo básico; el resto era cosa de los vecinos. Agnès, la encargada ese año del pino, delegó en Kate y Joana para que le dieran un toque americano al pino gigante; Adele y Marc ayudarían a Tomasa y Francisca con el belén. Gala agradecía que sus hijas estuvieran entretenidas. Había decidido darle un giro a la casa de su abuela; limpiarla y deshacerse de alguna de sus pertenencias para donarlas con la ayuda de Nalda.

Todos tenían una misión, el pueblo entero estaba preparado para el pistoletazo de salida de la Navidad y, como cualquier Navidad en cualquier parte del mundo, las rencillas, los nervios y las sensibilidades estaban presentes. La Muga era un hervidero de encargos, de carreras para preparar la primera de las cenas y ultimar las compras para asistir a la Misa del Gallo y ser nombrada —sotto voce— la más elegante del año. La Muga era un pueblo pequeño y, como tal, las tradiciones portaban competición y las envidias salían a flote, pues, como en una gran familia, los roces existían y, en tiempo de perdón y hermandad, más que encogerse se exacerbaban.

—¿Siempre eres así?

Joana volvió a repetirle la misma pregunta al ver que Kate daba la callada por respuesta. Había tenido mucha paciencia con la americana, pero estaba un poco cansada de que, por ser de Nueva York, todo lo de su pueblo fuera menos o nada. Ella era la primera en admirar Manhattan, pero estaba muy orgullosa de pertenecer a La Muga, de ser de allí y de tener la familia que tenía, los amigos y los vecinos. Su paciencia se había agotado con Kate pues, desde que la había conocido, no había escuchado de ella un solo elogio a La Muga y sus habitantes.

—Es que estoy un poco harta de que, con perdón, te cagues



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