La reina druida by Pedro Urvi

La reina druida by Pedro Urvi

autor:Pedro Urvi [Urvi, Pedro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-19T00:00:00+00:00


Capítulo 22

Ingrid y Viggo buscaban llegar el castillo de Norghania. Estaban intentando cruzar la capital tan rápido como les era posible, pero sus monturas estaban teniendo dificultades para avanzar por las calles abarrotadas de gente que estaban encontrando. No eran los únicos con problemas similares. Soldados, mercaderes y artesanos estaban igual.

La ciudad estaba atestada desde las primeras luces del día hasta el anochecer. Además, ya no eran solo norghanos los que llenaban las calles, locales y alrededores, también había cada vez más extranjeros de tierras cercanas y lejanas llegados para presenciar la gran boda real.

Los monarcas foráneos y sus comitivas no habían llegado aún, pero lo harían cuando quedaran unos pocos días para la boda. Sin embargo, parte de sus séquitos se adelantaba para ir preparando la llegada de sus señores y asegurarse de que todo estaba a su gusto. También por cuestiones de seguridad y, sobre todo, para espiar a sus rivales. En Norghania estaba en un juego una partida que iba a afectar al futuro inmediato y a medio plazo de todo el continente de Tremia.

—Mira, rogdanos —señaló Ingrid sobre su caballo indicando a Viggo un grupo de hombres de cabellos pardos, ojos marrones y estatura y complexión algo menor que la de los norghanos. Todos vestían en colores de azul y plata, los colores de su reino.

—Los veo. No me parecen gran cosa, la verdad —comentó Viggo con aire de superioridad mientras azuzaba a su caballo para que se abriera paso entre la gente que se amontonaba en la avenida principal.

—Pues Rogdon es un reino civilizado, avanzado y de muy buena reputación. Sus ejércitos son temidos, sobre todo su magnífica caballería.

—Bah, la caballería no puede nada contra arqueros superiores como nosotros. Yo mismo desmontaría a todos sus lanceros sin despeinarme.

—No digas tonterías. Para empezar, llevan escudo grande y armadura completa, e incluso yelmo con visor. ¿Dónde dices que vas a acertar cuando carguen contra ti?

Viggo arrugó la nariz.

—En el cuello. Ahí siempre hay debilidad.

—Ya, y yo me creo que vas a acertar siempre en el cuello a un montón de lanceros a la carga en sus impresionantes caballos de guerra.

—Donde pongo el ojo…

Ingrid puso los ojos en blanco.

—Esperemos que nunca tengamos que luchar contra el reino de Rogdon.

—Los destrozaríamos. Sobre todo, si vamos los Guardabosques.

—Yo no estoy tan convencida… Por suerte estamos en paz con ellos y, aunque fuéramos a la guerra, los Guardabosques no suelen ir con ejércitos invasores.

Continuaron avanzando hacia el castillo navegando con sus monturas entre el mar de gente.

—Mira, zangrianos. Los muy feos andan ya por aquí —dijo Viggo que con un gesto de su cabeza indicó en la dirección de media docena de zangrianos vestidos de amarillo y negro. Eran inconfundibles: bajos, fuertes de hombro y brazo, feos, peludos y sucios tanto en el hablar como en los modales.

—Cerca de aquella fuente hay un grupo de noceanos —comentó Ingrid y miró hacia el lugar. Se distinguían dos grupos. Uno de hombres de piel tostada, delgados, fibrosos y de cabellos largos, negros y rizados, y otro de hombres altos, fuertes y musculosos con la cabeza rapada y piel de ébano.



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